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Segunda mano

domingo, 22 de agosto de 2010

EL ATAQUE DEL ALMIRANTE NELSON A TENERIFE




Tras la derrota de la escuadra española en San Vicente el 14 de febrero de 1796 la escuadra vencedora de Jervis pone bloqueo a Cádiz, con el objeto de destruir la flota española allí fondeada y atacar el tráfico mercante. Pero los británicos toparon con una brillante defensa a cargo de Mazarredo, que organizó una flotilla de lanchas cañoneras que hostigaron de manera sorprendente a los buques británicos. Estas lanchas eran embarcaciones menores de los navíos y de las fuerzas sutiles de la ciudad provistos con cañones de 24 libras y obúses, y que aprovechaban su gran movilidad y la nocturnidad para infringir severos daños al enemigo, lo que obligó a la fuerza bloqueadora a retirarse más aun de la costa, lo que hizo inefectivo mucho tiempo dicho bloqueo al poder escapar muchos mercantes y entrar otros tantos y obligó a Jervis a copiar el sistema español y luchar también con lanchas, ya que era inefectivo el uso de los buques. Los franceses tomaron buena nota de esto, y en el bloqueo de Brest varios años después crearon una flotille à l'Espagnol, que era como llamaban ellos a esta forma de combatir con lanchas y cañoneras (en Brest también se formaron lanchas y cañoneras españolas de los navíos de Gravina que causaron gran servicio).

Las tripulaciones británicas andaban algo desmoralizadas, llevaban mucho tiempo lejos de casa y en condiciones extremas, lo que originaba muchos problemas de insubordinación. El que Nelson formara parte de la escuadra no arreglaba la cosa. Había que dar un golpe audaz para subir la moral... y la paga.

Así que siguiendo una larga tradición de oportunismo, o pirateo como dirían otros, Jervis se enteró de que los buques con tesoros provenientes de América dejaban el botín en Tenerife, que estaba fortificado, en vez de acercarse a Cádiz. Mandó dos fragatas al archipiélago para explorar, quienes tras apresar en un golpe sorpresa a una fragata de la Compañía de Filipinas en abril y la corbeta corsaria francesa La Mutine se decidió por hacer un ataque anfibio en toda regla.

Inmediatamente el recientemente nombrado contraalmirante Nelson se hizo cargo de la comisión y el 14 de julio se puso en camino con los navíos de línea Theseus de 74 cañones donde enarboló su insignia Nelson y mandado por el capitán Miller, el Culloden de 74 mandado por el capitán Troubridge, Zealous de 74 mandado por el capitán Hood, Leander de 50 mandado por el capitán Thompson (este navío, proveniente de Lisboa, se encontró con la escuadra cuando estaba ya iniciado el ataque), las fragatas Seahorse de 38 bajo el mando del capitán Freemantle, Emerald de 36 mandado por el capitán Waller, Tersichore de 32 mandado por el capitán Bowen y el cutter Fox bajo mando del teniente Gibson, además de una bombardera, la Rayo mandada por el teniente Crompton, que se había encontrado de camino con la expedición el 15. En total 393 cañones, y 3.700 hombres armados.


El ataque a Tenerife.


El teniente general Gutierrez, capitán general de Canarias se aprestó con gran efectividad la defensa, reforzando las fortificaciones y haciendo que los diferentes fuertes solaparan sus tiros, haciéndolos por tanto muy efectivos. Aquí hacemos un breve alto para hablar de este bravo general español. Gutierrez había nacido en 1734 y tenía un gran historial militar. Participó en Italia en las últimas campañas de Felipe V. Como teniente coronel mandó la fuerza que expulsó a los ingleses de las islas Malvinas, recuperándolas para España. Como general de brigada volvió a derrotar a los británicos, a las órdenes del duque de Crillón, en 1782, en la recuperación de Menorca, y en 1791 tomó el mando del archipiélago canario. Con la de 1797 sería la tercera vez que el general Gutiérrez vencería a los británicos.

Las fuerzas con que contaba Gutierrez eran las siguientes:

- El batallón de Canarias, unidad de élite muy preparada. 247 hombres.
- Cazadores provinciales, 110 hombres.
- Milicias de Laguna y Orotava, 330 hombres.
- Rozadores de Laguna, 245 hombres.
- Bandera de Cuba, 60 hombres.
- Artilleros veteranos y de milicias, 387 hombres.
- Pilotos auxiliares paisanos, 180 hombres.
- Marineros franceses (de la capturada La Mutine), 110 hombres.

En total 1.669 españoles y 91 cañones.

El batallón de Canarias servía también como unidad de adiestramiento de los regimientos provinciales, constituídos exclusivamente por milicianos de una calidad militar muy irregular, tal y como se verá más adelante se quejaría Gutierrez de esto, pero el resto de tropas se comportó de manera extraordinaria y muy adiestrada, mención especial a los artilleros que sirvieron las piezas de manera notable y efectiva. Una pena no hubieran sido artilleros navales y haberlos tenido en San Vicente meses antes. Los marinos del bergantín corsario La Mutine y que en el momento de su captura estaba cargado con las ganancias de sus correrías contra los británicos, querían desquitarse de la pérdida de su barco, ya que las lanchas de las dos fragatas británicas Lively y Mineve, que mandó Jervis en la exploración de la isla antes del desembarco, se apoderaron del barco adentrándose en el puerto, mientras el comandante y gran parte de la tripulación estaba en tierra divirtiéndose descuidadamente.

El día 17 Nelson convocó a los capitanes británicos en su buque insignia para preparar el plan de asalto.

* Orden del Nelson a sus tropas:
Primero-. Que los botes de cada barco se mantengan reunidos remolcándose unos a otros, para tener a la gente del mismo navío junta; y que los botes en seis divisiones llegarán aproximadamente a tierra al mismo tiempo. Segundo-. Los infantes de marina de los navíos de línea se embarcarán en sus respectivas lanchas, que les transportarán. Tercero-. Desde el momento en que los botes sean descubiertos abriendo fuego sobre ellos, la bombarda comenzará su fuego sobre el pueblo, y lo mantendrá hasta que la bandera de tregua sea enarbolada tanto por el enemigo como por nosotros. Cuarto-. Que un capitán ha de encargarse de comprobar que los botes se retiren de la playa para que puedan desembarcarse con mayor rapidez más hombres con las piezas de campaña. Quinto-. Las fragatas fondearán tan pronto como les sea posible después de que esté dada la alarma, o de que las fuerzas estén en tierra, cerca de la batería de la parte N.E. de la bahía. Sexto-. Inmediatamente estén las fuerzas en tierra, se dirigirán a la retaguardia de la batería marcada con una G. en la parte N.E. de la bahía, y la asaltarán sin pérdida de tiempo, tomando posesión de la cumbre de la colina que se halla sobre ella. Cada navío desembarcará el número de hombres expresado a su lado, con su correspondiente proporción de oficiales: y los capitanes tienen la libertad de enviar tantos hombres más como deseen, dejando los suficientes para mandar el barco, y para operar la lancha, y otro bote. Todo capitán que lo estime puede desembarcar libremente y dirigir a sus marineros, bajo la dirección del capitán Troubridge.
* Se recomienda poner a los marineros tantos uniformes de infantería de marina como puedan encontrarse, y que todos tengan los correajes cruzados de lona. Los soldados de infantería de marina estarán a las órdenes del capitán Oldfield, el oficial de infantería de marina más antiguo, y él está obligado a ponerse bajo la dirección del capitán Troubridge, así como el teniente Baynes de la artillería real con su destacamento. 21 de julio. Los oficiales y hombres del Culloden, únicamente con sus armas, deben de estar preparados para ir a bordo de la Terpsícore a la una de la tarde de este día, llevando consigo cuatro escalas de asalto, cada una de ellas con una cuerda de cuatro brazas de largo, mandarrias, cuñas y hachas. Los remos de los botes se forrarán con lona o buriel. El Culloden y el Zealous construirán cada uno una plataforma para un cañón de a 18, y el Theseus un cordaje para arrastrar artillería. Cada barco fabricará tantas baquetas de hierro como le sea posible, ya que se ha visto que las de madera son muy propensas a romperse cuando se usan con prisas. La Seahorse construirá una plata forma para un cañón de a 9.
* (*)Plan de ataque elaborado por Nelson entre el 17 y el 21 de julio acompañado de un croquis. [Envío y traducción del original de Manuel García]

Este plan de ataque consistía en que las tres fragatas de su escuadra, que tenían menos calado que los grandes navíos, se acercarían a la costa lo más posible en la oscuridad y desembarcarían las tropas para atacar las partes altas y las baterías al nordeste de la ciudad. El capitán de navío Troubridge del Culloden sería el encargado de la fuerza de desembarco. La bombardera Rayo abriría entonces fuego en la ciudad en ese momento con sus morteros. Al amanecer los navíos de línea se acercarían, preparados para bombardear la ciudad. A menos que los buques mercantes que se hayaran en el muelle y su carga y todo el tesoro o lingotes que se hubieran desembarcado en la ciudad fueran entregados, la ciudad sería destruida por el bombardeo.

El día 18 la tripulación se dedicó a la instrucción de armas cortas. El día 20 Troubridge se traslada al Theseus para recibir las últimas instrucciones y detalles de la operación. La fuerza de desembarco consistía de 200 hombres por cada navío de línea, 100 más por cada una de las fragatas, completada por 80 artilleros, es decir, unos 1.000 hombres. La maniobra de desembarco comprendería dos fases. En la primera se desembarcaría a unas dos millas al nordeste del muelle de Santa Cruz, en la playa de Valle Seco, para tomar en maniobra de envolvimiento el castillo de Paso Alto. En la segunda fase, si no se rendía la ciudad tras conquistar Paso Alto, se dirigirían al muelle, para ocupar desde allí la ciudad.

* Orden de Nelson a Troubridge:
Theseus, en alta mar, 20 de julio
Señor:
Deseo que toméis bajo vuestro mando el número de marineros e infantes de marina nombrados al margen (a), que estarán a las órdenes de los capitanes Hood, Miller, Fremantle, Bowen y Waller; y los infantes de marina bajo el cuidado del capitán Thomas Oldfield, y un destacamento de la artillería real mandada por el teniente Baynes, los cuales están ahora embarcados en las fragatas Seahorse, Terpsichore y Emerald. Con este destacamento os acercaréis a la plaza de Santa Cruz tanto como os sea posible, procurando no ser descubierto; y entonces embarcará a todos aquellos hombres que puedan transportar los botes y efectuará su desembarco en la parte nordeste de la bahía de Santa Cruz, próximo a una gran fortaleza. Desde el momento en que se encuentre en tierra, le recomiendo que primero asalte la batería; después de lo cual, una vez tomada, y asegurada su posición, procederá a asaltar la población y la batería de la cabeza del muelle, o enviará mi carta, como lo juzguéis más a propósito, que contiene una intimación de la cual le envío una copia; y los términos han de ser aceptados o rechazados en el plazo especificado, a menos que usted vea alguna buena causa para prorrogarlo, aunque no se alterará su sentido en lo más mínimo: y usted llevará a cabo cualesquiera otros medios que juzgue más oportunos para el pronto cumplimiento de mis órdenes, que son las de posesionarme de todos los cargamentos y tesoros que puedan estar desembarcados en la isla de Tenerife. Teniendo la más firme confianza en su habilidad, valentía y celo, así como en la de todos los que están bajo su mando, sólo me resta desearle de corazón que triunfe, y asegurarle que soy su más obediente y fiel servidor.
Horatio Nelson [Envío y traducción del original de Manuel García]

A continuación exponemos la carta intimidatoria que Nelson escribió y dio a Troubridge. No tiene desperdicio la educación de Nelson al comienzo de la misma. Hoy en día pudiera parecernos incluso de burla, pero era un lenguaje y unas costumbres de respeto y admiración muy usuales entre oficiales de alta graduación aún entre países en guerra:

* Comienzo del mensaje de intimidación a la plaza:
Theseus, 20 de Julio.
Tengo el honor de informarle que he venido a exigir la inmediata entrega del navío Príncipe de Asturias, procedente de Manila y con destino a Cádiz, perteneciente a la Compañía de Filipinas, junto a su entero y completo cargamento, y así mismo todos aquellos cargamentos y propiedades que hayan podido ser desembarcadas en la isla de Tenerife, y que no sean para el consumo de sus habitantes. Y, siendo mi ardiente deseo que ni uno sólo de los habitantes de la isla de Tenerife sufra como consecuencia de mi petición, ofrezco los términos más honrosos y liberales; que si son rechazados, los horrores de la guerra que recaerán sobre los habitantes de Tenerife deberán ser imputados por el mundo a vos, y a vos únicamente; pues destruiré Santa Cruz y las demás poblaciones de la isla por medio de un bombardeo, exigiendo una muy pesada contribución a la isla.
* Artículo 1°. Deberán entregarme los fuertes poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las puertas.
* Artículo 2°. La guarnición depondrá las armas, permitiéndose sin embargo a los oficiales que conserven sus espadas y aquélla, sin condición de ser prisionera de guerra, será transportada a España o quedará en la isla, siempre que su conducta agrade al oficial comandante.
* Artículo 3º. Con tal que se cumpla con el primer artículo de que me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá a los habitantes ni la más pequeña contribución; al contrario, gozarán bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades. [...]
* (H.Nelson) [Envío y traducción del original de Manuel García]

Entre el 21 y 22 de julio se pone en marcha el plan. Sin embargo, las fragatas con las corrientes fuertes inesperadas no pueden acercarse a menos de una milla de la costa y desde la ciudad se dio la alrma, perdiendo la sorpresa estratégica, aunque no la táctica, ya que no se sabía donde iban a desembarcar. No se pudo realizar un bombardeo naval, ya que los navíos no podían acercarse y las fragatas al estar armadas con cañones navales de tiro directo no podían hacer un fuego efectivo. Un gran fallo fue el contar sólo con una bombardera provista de morteros de tiro curvo por elevación. Ni siquiera contaban con obúses y sus afamadas carronadas no servían de nada en esta situación. Navegaban en dos formaciones de botes. Una compuesta por 23 lanchas y botes que se dirigían al barranco del Bufadero y la otra, con 16, se dirigía al centro de la ciudad. Pero las malas condiciones metereológicas y el alertamiento del enemigo hacen abortar el desembarco y se vuelven a los buques con alguna pérdida de lanchas que zozobraron.

A las 10 de la mañana del 22 las fragatas, remolcadas por sus botes, fondean en las proximidades del barranco del Bufadero y desembarcan 1.000 hombres, que pusieron pie en la playa de Valle Seco, a pesar del fuego de Paso Alto. El desembarco se realizó en condiciones penosas, algunos botes zozobraron en la oscuridad y debido al desconocimiento de la zona quedaron muy desperdigados, además la artillería de campaña a falta de caballería para su movilización tenía que ser transportada por los hombres, con el cansancio y lentitud que esto suponía. Las fuerzas defensoras enviadas previamente por Gutierrez en el risco de la Altura frena a los británicos, estas fuerzas estaban compuestas por unos 165 hombres escogidos de la guarnición. Gutiérrez ante la posibilidad de que desembarcaran más hombres mandó al jefe del batallón Canarias ir al pueblo cercano de La Laguna para conseguir más milicianos y que se dirigiera con ellos hacia el Valle Seco, cortando la posible progresión de los británicos. Así, con 30 hombres de su batallón y 50 civiles, ocuparon el mismo día 22, tras una rapidísima marcha, los objetivos previstos.

Durante todo el 23 hubo un intercambio de fuego de fusil y de cañón. Los británicos, atascados y sin posibilidad de progresar procedieron al reembarque, tras dar Nelson la señal desde el Theseus de retirada, con la pérdida de dos hombres. Las tres fragatas navegaron entonces por las proximidades del barranco Hondo y de la Candelaria tratando de desconcertar y atemorizar a los defensores. Pero lo cierto es que Gutiérrez, una vez más, se adelantó a las intenciones de Nelson y había dispuesto fuerzas en Santa Cruz, dejanto el castillo de Paso Alto sólo con 30 hombres, desplegando las fuerzas mejor adiestradas en el Castillo de San Cristóbal en el sudoeste, dejando al batallón de Canarias en reserva, para acudir donde se pusieran las cosas feas. Este ir y venir de tropas españolas hacía que pareciera que eran muchos más los defensores.

Tras las tentativas fracasadas Nelson se encontraba con una situación insólita en su carrera que debía resolver para salvar el honor de la Royal Navy. Para ello convocó a sus capitanes a una reunión el 23 y les dijo que, tras reconocer el fracaso de su plan inicial, que había decidido un asalto directo a Santa Cruz por la noche. Nelson había decidido atacar por el centro, yendo directamente al castillo central de San Cristóbal, donde se encontraba la mayoría de las tropas españolas. Nelson ordenó el ataque, conduciendo personalmente uno de los seis grupos de abordaje, los otros cinco eran mandados por los capitanes Troubridge, Miller, Hood, Waller y Thompson.

Nelson escribió a Jervis: "Tomaré el mando de todas las fuerzas destinadas a desembarcar bajo fuego de las baterías de la ciudad y mañana probablemente será coronada mi cabeza con laureles o con cipreses".

Desde luego Nelson se resistía a quedarse en su buque insignia como correspondería a su grado de contra almirante y comandante en jefe de la operación, y se exponía a un grave peligro que podía dejar sin mando a la fuerza de desembarco. Acto valiente, pero irresponsable, tal y como se vería más tarde.


Bombardeo del castillo de San Cristóbal antes de iniciar el desembarco y de escasa efectividad, ya que los disparos eran directos al utilizar los cañones navales, en vez de curvos como lo haría un mortero, pintura de Esteban Arriaga.

A las 10.30 de la noche del 24 de julio, los infantes de marina británicos y marineros se encontraban alrededor del navío Zealous donde formaron los seis grupos, con 700 hombres. Además de las lanchas les acompañaba el cúter Fox, con 180 hombres escogidos y 80 en una goleta canaria apresada varios días antes. Con remos envueltos en telas para no hacer mucho ruido comenzaron a avanzar las dos millas que los separaban de la playa. Lograron llegar hasta tiro de cañón de la costa (unos 300 metros) antes de ser descubiertos por la fragata española San José, que se encontraba fondeada a 500 metros del muelle, seguido por el castillo de Paso Alto. La batalla fue emprendida en 5 frentes, el principal, el área alrededor de la plaza de la Pila, la reguera de Santos, la playa de las Carnicerias, y el monasterio de Santo Domingo. Sin embargo los primeros que llegaron a las playas se habían equivocado y se habían despistado del resto de las tropas, además la mayoría de su munición estaba inservible por el oleaje y a parte perdieron sus escaleras de mano de escalar. El resto de los grupos se vio sorprendido por un sostenido fuego de las baterias españolas que abrieron fuego desde Paso Alto hasta el castillo de San Telmo con toda clase de proyectiles, metralla y fusileria de mosquete, que ocasionó el hundimiento del cutter Fox con la pérdida de 97 hombres. Según los propios atacantes parecía el mismo infierno. Algunos de los comandantes de las baterías de Paso Alto, San Miguel, San Antonio y San Pedro se disputaban la gloria del acierto de haber echado a pique al citado cúter. "El comandante del castillo de San Pedro, que estaba bajo su mando y que era el más inmediato al muelle, afirmó que fue el primero que avistó a la embarcación inglesa y que avisó a las demás fortalezas con un cañonazo que le disparó. Este dato es muy importante y probablemente exacto, porque nadie lo rectificó con posterioridad." (Juan Arencibia)

* [Al ser alertadas] las cuatro referidas baterías empezaron a un tiempo un fuego tan vivo y tan unido, que al momento el mar se tragó al cúter y por consiguiente las cuatro baterías fueron las que le echaron a pique, porque un solo cañonazo, dos, tres o cuatro de una batería, no lo habrían destruido con tanta prontitud. (Francisco de Tolosa. Capitán de los artilleros provinciales)


La víspera del ataque se abrió una tronera en el muro del castillo de San Cristóbal donde se colocó un cañón de 24 libras a baja altura, para dificultar el desembarco inglés en la playa que separaba este castillo del de San Pedro. Es posible que, como indica la tradición, se tratara del cañón Tigre, pero es un hecho indemostrable ya que eran numerosos los cañones que en fuego cruzado, intentaban impedir el acceso inglés a la playa y al muelle. Sin llegar a desembarcar Nelson fue herido en el codo derecho por fuego de metralla, ya que el infierno les caía del cielo, mientras que Richard Bowen, comandante de la Terpsichore, pierde la vida. Posteriormente, Nelson se enojaría con el Almirantazgo inglés, porque no se le hizo caso al solicitar un monumento o una placa conmemorativa en la Catedral de St. Paul de Lóndres en memoria de Bowen, ni siquiera una mención en el Parlamento, al hombre que había considerado como uno de los más prometedores oficiales británicos. El Almirantazgo le respondió que no se hacían homenajes a los que habían protagonizado un hecho desafortunado a las armas británicas. Con cosas así se comprende la "afición" inglesa de contar sólo las hazañas y no las derrotas.

Tras la muerte de Bowen sólo un pequeño grupo de británicos logra desembarcar y clavan unos cañones en el muelle "fue tan vivo y tan nutrido el fuego de mosquetería y metralla que nos hicieron desde la ciudadela, ventanas y azoteas de las casas circunvecinas, que no fue poible avanzar un paso más, y el suelo estaba sembrado de cadáveres nuestros". (parte de Nelson a Jervis, 27 de julio). Al final se rinden y más de medio centenar de hombres son tomados prisioneros.

El teniente Josiah Nisbet (el hijastro de Nelson) cogió a Nelson mientras caía herido en su bote. "Soy hombre muerto," murmuró mientras Josiah lo ponía tumbado en el bote, a continuación rasgó el pañuelo de seda negra de su propio cuello y la ató como torniquete alrededor del brazo herido. Josiah vio que la vida del almirante dependía de una vuelta inmediata al barco y al cirujano. Nelson rechazó ser subido a bordo de la fragata Seahorse que era el barco más cercano, debido a la señal de socorro que izaría su capitán Betsey Fremantle y que tendría consecuencias desastrosas para la moral de las tropas, así que la lancha continuó más lejos para encontrarse con el navío Theseus. Su brazo derecho colgaba inerme por un lado mientras que, con la izquierda se apoyaba para ir a bordo de la nave. "déjenme subir solo," el contralmirante gritó herido "tengo todavía mis piernas y un brazo útiles. Diga al cirujano que se de prisa en preparar sus instrumentos- sé que debo perder mi brazo derecho, así que cuanto antes mejor." Un acto valiente ante tan desastroso desembarco. El resto de su grupo encalla o desembarca en otras zonas donde son hostigados por los milicianos.



En la playa de las Carnicerias logran desembarcar 450 británicos pertenecientes a tres de los seis grupos, que se dirigen al centro de la ciudad bajo el intenso fuego. Intentan sin éxito tomar el fuerte de San Cristóbal por la retaguardia, a pesar de los contratiempos, y demostrando gran arrogancia, el capitán Troubridge envío un mensaje al general Gutiérrez para instarle a la rendición, que lógicamente fue rechazada categóricamente (estos mensajes del oficial británico eran seguramente para ganar algo de tiempo, para que a los posibles refuerzos les diera tiempo llegar hasta su posición). A continuación logran encerrase con 340 hombres supervivientes bajo el mando de Troubridge y Hood, en el convento dominico de La Consolación, pero eran sabedores que esta situación era insostenible, ya que los barcos de guerra británicos no podían acercarse para dar refuerzos a las tropas desembarcadas. El capitán británico contaba sólo con 80 infantes de marina, 80 lanceros y 180 marineros armados con mosquetes.

Los dos grupos restantes de británicos desembarcan en la playa de las Carnicerías y avanzaron por el barranco de los Santos. Sus ataques al principio tienen éxito, pero el batallón de Canarias ataca por el flanco junto con las partidas de Cuba y La Habana, empujándoles hasta la plaza de Santo Domingo, donde se unen a las fuerzas de Troubridge donde quedan completamente cercados.

El batallón de Canarias, previa orden, ocupa el muelle con el fin de cortar la retirada de Troubridge y la llegada de refuerzos. El regimiento de La Laguna se dirige al muelle en dos columnas, una por la retaguardia de la plaza de Santo Domingo, para evitar la progresión de los británicos al interior, y la otra columna siguiendo la línea de costa. Tanto las órdenes como los movimientos de los defensores fueron ejecutados con rapidez y eficacia.

Nelson intenta de madrugada reforzar a Troubridge enviando 15 botes hacia el muelle. Las baterías costeras hunden a tres, los demás viraron y regresaron a los buques. La batería del muelle, antes inutilizada ahora ya estaba de nuevo en servicio, lo que hacía imposible otro ataque.

El capitán Troubridge tras otro ridículo mensaje instando a la rendición y dándose cuenta de la triste realidad mandó a Hood a parlamentar con el gobernador. El general Gutiérrez ese día del 25 de julio tenía crisis asmática, a pesar de ello obligó al enemigo a negociar, lo que era en realidad una capitulación.

Estas eran las condiciones de la negociación.

* "Santa Cruz, 25 de julio de 1797
Las tropas &c. pertenecientes a S.M. Británica serán embarcadas con todas sus armas de toda especie, y llevarán sus botes si se han salvado; y se les franquearán los demás que se necesiten, en consideración de lo cual se obligan por su parte a que no molestarán el pueblo de modo alguno los navíos de la Escuadra Británica que están delante de él, ni a ninguna de las Islas en las Canarias, y los prisioneros se devolverán de ambas partes.
Dado bajo mi firma y sobre mi palabra de honor
Samuel Hood
Ratificado por
T.Troubridge, Comandante de las tropas Británicas."

Nelson, que siempre había distinguido a los hombres que se portaban de forma honorable en la guerra, escribiría a bordo de su navío una carta de agradecimiento al general Gutiérrez por el trato dado a sus hombres y que Troubridge entregó el día después cuando se disponía a recoger a los heridos británicos que estaban en los hospitales de la ciudad.

* "Theseus, en las afueras de Tenerife, 26 de julio de 1796 (error de fecha)
No puedo separarme de esta isla sin da a V.E. las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, y por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que estuvieron en su poder, o bajo su cuidado, y por la generosidad que tuvo con todos los que desembarcaron, lo que no dejaré de hacer presente a mi Soberano, y espero con el tiempo poder asegurar a V.E. personalmente cuanto soy de V.E. obediente humilde servidor
Horacio Nelson "

A lo que el general contestó:

* "Muy Señor mío, de mi maior atención: Con mucho gusto he recivido la muy apreciable de V.S. efecto de su generosidad y buen modo de pensar, pues de mi parte considero que ningún lauro merece el hombre que sólo cumple con lo que la humanidad le dicta, y a esto se reduce lo que yo he hecho para con los heridos y para los que desembarcaron, a quienes devo de considerar como hermanos desde el instante que concluió el Combate. Si en el estado a que ha conducido a V.S. la siempre incierta suerte de la Guerra, pudiese yo, o qualquiera de los efectos que esta Ysla produce, serle de alguna utilidad o alivio, ésta sería para mí una verdadera complacencia, y espero admitirá V.S. un par de limetones de vino, que creo no sea de lo peor que produce. Seráme de mucha satisfacción tratar personalmente quando las circunstancias lo permitan, a sugeto de tan dignas y recomendables prendas como V.S. manifiesta; y entre tanto ruego a Dios guarde su vida por largos y felices años.
Santa Cruz de Tenerife 27 de julio de 1797
B.L.M. de V.S. su más seguro atento servidor.
Dn. Antonio Gutiérrez"

Nelson también se comprometió a llevar la noticia de la victoria a la Peninsula. Al contrario que el enemigo los españoles no tuvieron excesivas bajas, con 30 muertos y 40 heridos solamente, sufriendo los británicos 177 muertos por ahogamiento (debido al hundimiento del Fox y las numerosas lanchas hundidas por fuego o por zozobrar), 51 muertos en combate, 5 desaparecidos y 128 heridos. Del total de las bajas tuvieron 7 oficiales muertos y 5 más heridos). Como hemos indicado anteriormente Nelson fue uno de los oficiales heridos. Además hubo bastantes prisioneros que fueron devueltos a sus barcos. En España se tomó como un desquite por la derrota en San Vicente seis meses atrás, y desde luego para los británicos fueron unas pérdidas mucho más cuantiosas (y por número de oficiales de alto rango muertos y heridos) que en dicha batalla sufrieron.


Bajas oficiales que sufrieron los ingleses en el asalto del 25 de julio de 1797 BuquesMuertosHeridosAhogadosDesaparecidosTheseus
12

25
34
-

Culloden
3

18
36
-

Zealous
5

21
-
-

Leander
6

5
-
1

Seahorse
2

31
-
-

Terpsichore
8

11
-
4

Fox (hundida)
-

-
97
-

Emerald
8

12
10
-

Total
44

123
177
5
Oficiales muertos:
- Richard Bowen. Comandante de la Terpsichore
- George Thorpe. Oficial de la Terpsichore
- John Weterhead. Oficial del Theseus
- William Earnshaw. Oficial del Leander
- Robinson. Oficial del Leander
- Baisham. Oficial de la Emerald
- Gibson. Oficial Comandante del Fox

Oficiales heridos:
- Horatio Nelson. Contraalmirante. Comandante en Jefe.
- Thompson. Comandante del Leander
- Freemantle. Comandante de la Seahorse
- George Douglas. Oficial de la Seahorse
- Guardamarina Watts, del Zealous Bajas mortales de las fuerzas españolas de Tenerife - Don Juan Bautista de Castro. Teniente Coronel del Regimiento de La Laguna
- Don Rafael Fernández. Subteniente del Batallón Canarias
- Antonio Miguel González. Soldado del Batallón Canarias
- Manuel Fernández. Ídem
- Luis Nuñez. Ídem
- Antonio Delgado Sosa. Miliciano
- José Benito. Ídem
- Juan Pacheco. Ídem
- Bernardo García. Ídem
- Dionisio González. Ídem
- Domingo de León Padilla. Ídem
- Felipe Guerra. Ídem
- José Pérez. Ídem
- Don Carlos Rooney. Paisano
- Don Agustín Quevedo. Ídem
- Don Antonio Espinosa. Ídem
- Don Domingo A. Pérez. Ídem
- Don José M. Calero. Ídem
- Don Juan de Regla. Ídem
- Don Juan Amarilis. Ídem
- Pablo Duaure. Auxiliar. Natural de Francia
- Juan Chibeau. Ídem. Ídem
El reembarco de los británicos se hizo con dificultad, ya que habían perdido muchas lanchas y botes en los ataques y tuvieron que ayudarlos con botes y dos bergantines españoles. El general dejó reembarcar a los enemigos con sus armas y con honores de guerra, cuando debieron haberlas rendido y quedado prisioneros. Bien es verdad que con las inexpertas, indisciplinadas e inermes milicias, poco a casi nada se podía hacer, por lo cual don Antonio redactó un bando donde reconoce las indisciplinas y el poco espíritu militar de estas tropas y enmienda los fallos encontrados en las unidades de combatientes que intervienen en la defensa de la plaza de Santa Cruz de Tenerife aquel día 25 de julio de 1797.

* Informe de de Troubridge a Nelson:
Culloden, 25 de Julio.
Señor:
Debido a la oscuridad de la noche no encontré inmediatamente el Muelle, el punto señalado para el desembarco, pero avancé hacia la costa bajo la batería del enemigo, cerca del sur de la ciudadela; el capitán Waller desembarcó al mismo tiempo y otros dos o tres botes. El oleaje era tan grande que muchos retrocedieron; los botes se llenaban de agua en un instante y se estrellaban contra las rocas, mojándose la mayor parte de las municiones guardadas en los saquitos. Tan pronto como hube reunido unos pocos hombres avancé inmediatamente con el capitán Waller hacia la plaza, el lugar de reunión, esperando encontrarnos allí con usted y el resto de la gente; y aguardé cerca de una hora, tiempo durante el cual envié un sargento con dos señores del pueblo a intimidar a la ciudadela. Sospecho que mataron al sargento en su encargo ya que no he oído nada de él desde entonces. Perdidas todas las escalas de asalto en la resaca, o sin ser posible encontrarlas, no se pudo hacer ningún asalto a la ciudadela; por ello, marché a reunirme con los capitanes Hood y Miller, de quienes había sabido que hicieron bueno su desembarco, con una porción de hombres, al S.O. del lugar donde yo lo había realizado. Traté entonces de adquirir alguna noticia de Vos y del resto de los oficiales, pero sin éxito.
  • Al amanecer habíamos reunido cerca de ochenta soldados de infantería de marina) ochenta marineros armados de picas y ciento ochenta marineros; estos supe que eran todos los que quedaban vivos que habían hecho un buen desembarco; con es tas fuerzas, habiéndome procurado algunas municiones de los prisioneros españoles que habíamos hecho, estábamos marchando para ver qué se podía hacer con la ciudadela sin escalas de asalto; y encontramos todas las calles defendidas por piezas de campaña, y más de 8000 españoles y 100 franceses armados acercándose por todas las avenidas. Como todos los botes estaban destrozados, y no vi la posibilidad de obtener más hombres en tierra, con las municiones mojadas y sin provisiones, envié al capitán Hood con bandera parlamentaria al Gobernador para decirle que estaba preparado para incendiar el pueblo, lo que llevaría a efecto inmediatamente si se acercaba una pulgada más; y al mismo tiempo deseé que el capitán Hood dijera que esto sería realizado con pesar ya que no deseaba dañar a los habitantes; que si aceptaba mis términos, yo estaba dispuesto a parlamentar; a lo que accedió. Tengo el honor de enviarle una copia de ellos por medio del capitán Waller, que espero concuerde con su aprobación, y parecen sumamente honrosos. Debido al pequeño número de hombres, compuesto en su mayor parte de marineros armados de picas y fusiles, que sólo pueden llamarse irregulares, con muy poca munición en los saquitos pero que se había mojado en el oleaje al desembarcar, no podía esperar tener éxito en ningún intento contra el enemigo, cuya fuerza superior ya he mencionado anteriormente. Los Oficiales Españoles me aseguraron que nos esperaban y que estaban perfectamente preparados, con todas las baterías y el número ya citado de hombres sobre las armas. Esto, unido a la gran desventaja de una costa peñascosa, a un fuerte oleaje y el hacer frente a cuarenta cañones, mostrará, aunque no tuvimos éxito, de lo que es capaz un Inglés. Tengo el placer de informaros que a nuestro regreso marchamos a través del pueblo con los colores británicos ondeando delante de nosotros.
    * P.D. También me permito deciros que, una vez firmados y ratificados los términos, el Gobernador nos obsequió del modo más generoso con una gran cantidad de vino, pan, etc., para refrescar a la gente, dándonos toda muestra de atención en su poder.
    Thomas Troubridge [Envío y traducción del original de Manuel García]

    En las condiciones de la negociación los ingleses se preocuparon de que no constara en ningún lado la palabra rendición o capitulación, cuando fue así, por mucho que se dijera, y es ahí donde se aferran los británicos cuando dicen que en esta batalla Nelson no se rindió, aunque nunca han ocultado que fue una jornada trágica para su marina. Lo digan como lo digan fue una derrota sin paliativos, por número de hombres muertos y heridos, daños en lanchas y buques y porque, principalmente, no consiguieron su objetivo de adueñarse de la ciudad.

    En la tarde del 26 los buques británicos rindieron honores fúnebres, con 25 cañonazos y arriado de sus banderas, en memoria del malogrado capitán de fragata Bowen, comandante de la fragata Terpsichore, muerto el día anterior. La fragata Emerald entregó en Cádiz, tal y como había prometido Nelson, el parte de la victoria española.

    El general Gutiérrez había demostrado una gran intuición militar al frustrar todos los intentos de desembarco, anticipándose a los movimientos de los británicos; aprovechó el terreno y explotó al máximo las posibilidades de sus fuerzas, siendo sus órdenes acatadas con precisión. Se le unió la buena movilidad de las tropas de élite y de los artilleros que habían logrado hundir muchas lanchas y un cúter.

    Su Majestad el Rey Carlos IV asciende a Gutiérrez, confiriéndole además la Encomienda de Esparragal en la orden de Alcántara. Su salud empeora y poco antes de las cuatro de la madrugada del día 22 de abril de 1799 fue llamado el médico de cabecera que le diagnosticó perlesía (parálisis en el brazo y en la pierna). Murió el 14 de mayo de ese mismo año y fue sepultado en la capilla del Apóstol Santiago de la parroquia de la Concepción de Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

    Nelson había realizado una desastrosa acción. Sin quitarle el valor a este marino, actuó de una manera tan audaz como mal concebido los planes. Gran estratega en operaciones de navegación de cabotaje había demostrado que en las operaciones fuera de los buques fallaba estrepitósamente, como le pasó también en Cádiz y en Brest. La confianza de Nelson en sí mismo y, sobre todo, la minusvaloración de los defensores, fueron el principal motivo de su derrota. Según declaraciones hechas por Troubridge se desconocían las playas, la hidrografía y la metereología de la zona. El estado de la mar supuso la dispersión y el hundimiento de algunas lanchas. El bombardeo naval fue ineficaz como hemos expresado anteriormente, ya que sólo había una bombarda armada con morteros, única arma capaz de hacer daño a las defensas, por tanto el número de efectivos era insuficiente para tamaña empresa. Desembarcaron 1.000 hombres contra 1.600, pero Nelson creía incluso que los españoles eran 8.000, debido a la gran movilidad que estos tuvieron y parecía que había más defensores, lo que hacía del ataque aun más temerario. Un duro golpe al ego de Nelson y a su arrogancia.

    * Informe oficial de Nelson a Jervis:
    Theseus, 28 de julio, frente a Santa Cruz
    Señor,
    En obediencia a sus órdenes de hacer un vigoroso asalto al pueblo de Santa Cruz en la isla de Tenerife, envié desde los diferentes barcos bajo mi mando 1000 hombres, que incluían a los infantes de marina, para que se prepararan para desembarcar bajo la dirección del capitán Troubridge del navío Culloden, y los capitanes Hood, Thompson, Fremantle, Bowen, Miller y Waller, quienes ofrecieron voluntaria y muy amablemente sus servicios; y aunque estoy bajo la dolorosa necesidad de informarle que no nos ha sido posible tener éxito en nuestro asalto, es mi deber afirmar que creo que nunca mayor osada intrepidez se mostró por los capitanes, oficiales y hombres que usted hizo el honor de colocar bajo mi mando; y el informe que le envío adjunto, espero le convencerá de que mis disposiciones, humildes como son, han sido ejercidas en la ocasión presente. Adjunto le envío también una lista de los fallecidos y heridos, y entre los primeros, con e más profundo dolor, tengo que colocar el nombre del capitán Richard Bowen, del navío Terpsíchore, el oficial más emprendedor, competente y valiente que haya servido en la marina de su Majestad; y con mucha pena tengo que mencionar la pérdida del teniente John Gibson, comandante del cúter Fox, y de un gran número de valientes oficiales y hombres.
    (H.Nelson) [Envío y traducción del original de Manuel García]


    El Teniente Josiah Nisbet, el hijastro de Nelson, está de pie detrás de él y salva su vida al practicarle un torquinete que evita la pérdida de sangre. Detrás de él y a la izquierda hay dos tenientes más. También en la barcaza y a la derecha del grupo se encuentra un tercer teniente que agarra el bote, con dos marineros detrás de él. En el primer plano izquierdo que está de pie en el agua es el Capitán Thompson, junto con otro teniente. Cuadro del National Maritime Museum, London, Greenwich Hospital Collection. Por Richard Westall.

    Los Castillos de Santa Cruz


    Cuando Nelson atac ó éstos eran, de norte a sur, los castillos y reductos fortificados: Torre de San Andrés, castillo de Paso Alto, fuerte de San Miguel (en la desembocadura del barranco de Tahodio), baterías de Santa Teresa (en la margen derecha del barranco), Candelaria, Santiago, San Rafael, Pilar, San Antonio y Santa Isabel (todas en las inmediaciones del actual solar que ocupa el acuartelamiento de Almeida), fuerte de San Pedro, baterías de la Rosa (junto a la Alameda), del Muelle y de Santo Domingo (junto al castillo de San Cristóbal), Castillo Principal o de San Cristóbal, baterías de la Concepción (donde está el edificio del Cabildo), de San Telmo (margen derecha del barranco de Santos) y de San Francisco (en la Caleta de Negros), castillo de San Juan y baterías de las Cruces y Barranco Hondo (en Puerto Caballos). Estos castillos y reductos fortificados armados con casi un centenar de cañones y una docena de morteros, estaban unidos por una muralla y hacían de Santa Cruz una plaza prácticamente inexpugnable. Nunca pudo ser ocupada por los enemigos de España.



    Según cuenta la tradición desde el mismo día de la batalla, 25 de julio de 1797, el disparo que hirió al gran almirante británico fue hecho con el cañón llamado "Tigre". A los artilleros les gustaba siempre poner nombre a sus cañones. En el siglo XVIII, este nombre estaba incluso grabado en el bronce de cada uno de ellos. "Tigre" era un cañón que había sido fundido en Sevilla en el año 1768. Hoy en día todavía se puede ver en el Museo Regional Militar de Canarias en Tenerife.


    Título y privilegios


    Este triunfo dio pie a los regidores para solicitar título y méritos, y tal fue así que, de hecho, una vez se retiraron los navíos británicos de la bahía de Santa Cruz, confirmando el fracaso de su expedición, las autoridades pensaron en hacer valer sus merecimientos ante el monarca y, también, su gratitud al cielo que los había protegido.

    La acción de gracias fue motivo de una manifestación colectiva, encabezada por el ayuntamiento, que se celebró el 29 de julio de 1797 y en donde se aclamó a los santos patronos, completándose el nombre del lugar que, a partir de entonces, se llamaría Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

    Lo cierto es que el ayuntamiento, no sin recelos, acabó pidiendo a la Corona, con mucha discreción, tres cosas como si fueran una sola: el título y privilegio de Villa, la calificación de muy Noble e Invicta Villa, Puerto y Plaza, y la modificación de su nombre.

    Contrariamente a lo que era norma habitual en estos casos, los trámites se resolvieron con cierta rapidez y el 21 de noviembre de 1797 se firmó el decreto real por el que se concedía a Santa Cruz el título de villa y el privilegio de villazgo.

    Con la llegada de la noticia, el ayuntamiento resolvió que se vivieran tres noches de luminarias, con tambor y repique de campanas, y aunque la expedición del título original se hizo esperar y se extravió el expediente, al cabo de tres años todo quedó arreglado.
    (Extraído de: http://www.mgar.net/docs/gutierre.htm)

    El puerto de Santa Cruz de Tenerife, sufrió a lo largo de su historia tres ataques navales llevados a cabo por las fuerzas inglesas, representados en su escudo en la forma de tres cabezas de león, animal heráldico de Inglaterra:

    * El ataque de 1657: durante la guerra anglo-española que enfrentó a la commonwealth inglesa dirigida por Oliver Cromwell contra España bajo el reinado de Felipe IV, la armada inglesa de Robert Blake y Richard Stayner penetró en el puerto y destruyó la flota de Indias de Diego de Egües;

    * El ataque de 1706: en el transcurso de la guerra de sucesión española que siguió a la muerte sin herederos de Carlos II, el vicealmirante John Jennings intimó a las autoridades españolas a sumarse al bando austracista. El corregidor José de Ayala y Rojas organizó la defensa contra la flota británica, que se retiró de su posición frente a la ciudad;

    * El ataque de 1797: La flota británica comandada por el almirante Horatio Nelson fue rechazada tres veces por las fuerzas dirigidas por el general Antonio Gutiérrez de Otero, en el marco de las guerras revolucionarias francesas.




    El cabo Correa Corbalán


    Como consecuencia de la sonada victoria de las tropas espa ñolas sobre los hombres desembarcados por el contraalmirante Nelson en Tenerife, el general Antonio Gutiérrez elevó a las altas instancias españolas una petición de recompensas para los más destacados en la jornada del 25 de julio de 1797. Como era de suponer incluía a los mandos más significados, a los que se proponía para el empleo inmediato superior. En la relación estaban los jefes y oficiales, Salcedo, Marquelli, Estranio, Guinther, Greagh, Prat, Rosique, Siera, etcétera. Todo normal. Era una petición de ascenso generalizado en la que a todos se daban los mismos méritos, lo que al final resultó inefectivo, porque no hubo ascensos.

    Hubo una excepción, porque al incluirlo en la relación se especificaron sus méritos pormenorizados. El general Gutiérrez hizo una mención especial del cabo del Regimiento de Güímar Diego Correa, a quien proponía para el ascenso al grado de subteniente. Era un buen salto. ¿Cuáles fueron sus méritos?

    Pues Correa estaba de servicio en la batería de La Concepción. Desde su puesto vio que la madrugada del 25 de julio zozobraban unos botes ingleses cuando intentaban acercarse a la costa. Correa arengó a un puñado de soldados y se lanzó sobre los ingleses que intentaban alcanzar la playa. Combatió contra ellos y capturó 17 a los que llevó prisioneros al castillo de San Cristóbal ante la sorpresa general. Además se apoderó de sus armas, entre otras un cañoncito de campaña.

    Correa, nacido en La Laguna en 1772, fue un aventurero. Se casó a los 19 años con Pilar Bottino, hija de un comerciante genovés afincado en La Laguna. En 1803 le llegó el ascenso a subteniente. Después de ejercer de guarda mayor de montes durante un año, embarcó con el grado de capitán a Cádiz en 1808. En 1910 aparece en Estados Unidos, más tarde en La Habana, en Gibraltar, en Madrid... En 1836 fue nombrado Intendente en Filipinas, donde murió en 1843.

    El escudo de armas de Santa Cruz tiene tres cabezas cortadas de león, el animal heráldico de Inglaterra. Los británicos han parecido tener una especial inclinación en conquistar la isla. Por eso, las tres cabezas de león recuerdan las tres victorias alcanzadas contra estos: Blake (1657), Jennings (1706) y Nelson (1797). De las tres, la más importante fue la última. A raíz de esta victoria, el rey Carlos IV otorgó a Santa Cruz la categoría de Villa, sus títulos honoríficos, su escudo de armas y su constitución como municipio.

  • martes, 17 de agosto de 2010

    Las Cruzadas


    LA PRIMERA CRUZADA

    * Al Papa Gregorio VII se debe la idea de que los países cristianos se unieran para luchar contra el común enemigo religioso que era el Islam.

    * El Papa Urbano II (1088-1099) fue quien la puso en práctica. En 1095, la invitación a la lucha contra los turcos arribaría en embajadas francesas e inglesas a las cortes de las naciones europeas medievales más importantes: Francia, Inglaterra, Alemania y Hungría (Hungría no se unirá a las primeras cruzadas por guardar el luto de 3 años del recientemente fallecido rey San Ladislao I de Hungría (1046-1095), quien antes de morir habría aceptado participar en la campaña de Urbano II). El llamamiento formal de Urbano II se sucedió en el penúltimo día del Concilio de Clermont (Francia), jueves 27 de noviembre de 1095, proclamó, al grito de '"Dieu lo volti"'(¡Dios lo quiere!), la denominada primera cruzada (1096-1099).

    El paso de los cruzados por el Reino de Hungría

    La predicación de Urbano II puso en marcha en primer lugar a multitud de gente humilde, dirigida por el predicador Pedro de Amiens el Ermitaño y algunos caballeros franceses. Este grupo formó la llamada Cruzada popular, de los pobres o Cruzada de Pedro el Ermitaño. De forma desorganizada se dirigieron hacia Oriente, provocando matanzas de judíos a su paso. En marzo de 1096 los ejércitos del rey Colomán de Hungría (sobrino del recientemente fallecido rey San Ladislao I de Hungría) repelirían a los caballeros franceses de Valter Gauthier quienes entraron en territorio húngaro causando numerosos robos y matanzas en las cercanías de la ciudad de Zimony. Posteriormente entraría el ejército de Pedro de Amiens, el cual sería escoltado por las fuerzas húngaras de Colomán. Sin embargo, luego de que los cruzados de Amiens atacásen a los soldados escoltas y matásen a cerca de 4000 húngaros, los ejércitos del rey Colomán fijarían una posición hostil contra los cruzados que atravesaban el reino vía Bizancio.

    A pesar del caos surgido, Colomán permitió la entrada a los ejércitos cruzados de Volkmar y Gottschalk, a quienes eventualmente también tuvo que enfrentar y derrotar cerca de Nitra y Zimony, luego de que igual que los otros grupos causasen incalculables estragos y asesinatos. En el caso particular del sacerdote alemán Gottschalk, éste entró en suelo húngaro sin autorización del rey y estableció un campamento en las cercanias del asentamiento de Táplány, luego de masacrar a la población local, lo que generó la ira de Colomán, y causó la expulsión por medio de la fuerza de los soldados germánicos "invasores".

    Luego de esto, los húngaros dentendrían las fuerzas del Conde Emiko (quien ya había asesinado en suelo alemán a cerca de 4000 judíos) cerca de la ciudad de Moson. Colomán de inmediato prohibió la estadia en Hungría de Emiko y se vio forzado entonces a enfrentar el asedio del conde germánico a la ciudad de Moson, donde se hallaba el rey húngaro. Las fuerzas de Colomán defendieron valientemente la ciudad y rompiendo el sitio lograron dispersar las fuerzas cruzadas del conde germánico.

    Al poco tiempo, el rey húngaro forzó a Godofredo de Bouillón a firmar un tratado en la Abadía de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían a pasar por el territorio húngaro con un buen comportamiento. Tras esto, las fuerzas continuarían fuera de territorios húngaro escoltadas por los ejércitos de Colomán y continuarían hacia Constantinopla. A su llegada a Bizancio, el Basileus se apresuró a enviarlos al otro lado del Bósforo. Despreocupadamente se internaron en territorio turco, donde fueron aniquilados fácilmente.
    [editar] La Cruzada de los Príncipes

    Mucho más organizada fue la llamada Cruzada de los Príncipes (denominada habitualmente en la historiografía como la Primera Cruzada) cerca de agosto de 1096, formada por una serie de contingentes armados procedentes principalmente de Francia, Países Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos grupos iban dirigidos por segundones de la nobleza, como Godofredo de Bouillón, Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento.

    Durante su estancia en Constantinopla, estos jefes juraron devolver al Imperio Bizantino aquellos territorios perdidos por éste frente a los turcos. Desde Bizancio se dirigieron hacia Siria atravesando el territorio selyúcida, donde consiguieron una serie de sorprendentes victorias. Ya en Siria, pusieron sitio a Antioquía, que conquistaron tras un asedio de siete meses. Sin embargo, no la devolvieron al Imperio Bizantino, sino que Bohemundo la retuvo para sí formando el Principado de Antioquía.

    Desde Antioquía se dirigieron hacia Jerusalén, conquistando algunas plazas por el camino y sorteando otras. En junio de 1099 sitiaron la capital, que cayó en manos de los cruzados el 15 de julio de 1099. En la conquista, los cruzados realizaron una terrible matanza, que no respetó a judíos ni a musulmanes, mujeres o niños.

    Con esta conquista finalizó la Primera Cruzada, y muchos cruzados retornaron a sus países de origen. El resto se quedó para consolidar los territorios recién conquistados. Junto al Reino de Jerusalén (dirigido inicialmente por Godofredo de Bouillón, que tomó el título de Defensor del Santo Sepulcro) y al principado de Antioquía, se crearon además los condados de Edesa (actual Urfa, en Turquía) y Trípoli (en el actual Líbano).

    Tras estos éxitos iniciales se produjo una nueva oleada de cruzados, que formaron la llamada cruzada de 1101. Sin embargo, esta expedición, dividida en tres grupos, fue derrotada por los turcos mientras atravesaban Anatolia. Este percance apagó los espíritus cruzados durante algunos años.



    SEGUNDA CRUZADA

    Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o francos, como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y sobrevivir. Los dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I y Balduino II fueron gobernantes capaces que extendieron el reino a toda la tierra entre el Mediterráneo y el Jordán, e incluso más allá. Rápidamente se integraron en el cambiante sistema de alianzas locales y así pudieron verse enfrentamientos entre la alianza de un Estado cristiano con uno musulmán contra la alianza de otro Estado cristiano con otro Estado musulmán.

    Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida orientalizante, entre los musulmanes iba creciendo el espíritu de jihad o Guerra Santa, principalmente entre la población, movilizada por los predicadores contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos Estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos.

    El primero de estos fue Zengi, gobernador de Mosul y de Alepo, que en 1144 conquistó Edesa, liquidando el primero de los Estados francos. Como respuesta a esta conquista, que puso de manifiesto la debilidad de los Estados cruzados, el Papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval (famoso predicador, autor asimismo de la regla de los templarios) predicó en diciembre de 1145 la Segunda Cruzada.

    A diferencia de la primera, en esta participaron reyes de la cristiandad, encabezados por Luis VII de Francia (acompañado de su esposa, Leonor de Aquitania) y por el emperador germánico Conrado III. Los desacuerdos entre franceses y alemanes, así como con los bizantinos, fueron constantes en toda la expedición. Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y aliado del rey de Jerusalén. La expedición fue un fracaso, ya que tras sólo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente iba cercando los Estados francos. Más tarde, el ataque por parte de Balduino II a Egipto iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la Tercera Cruzada.




    TERCERA CRUZADA

    Las intromisiones del Reino de Jerusalén en el decadente califato fatimí de Egipto llevaron al sultán Nur al-Din a mandar a su lugarteniente Saladino a hacerse cargo de la situación. No hizo falta mucho tiempo para que Saladino se convirtiera en el amo de Egipto, aunque hasta la muerte de Nur al-Din en 1174 respetó la soberanía de éste. Pero tras su muerte, Saladino se proclamó sultán de Egipto (a pesar de que había un heredero al trono de Nur al-Din, su hijo de sólo 12 años y quien a la postre resultó envenenado) y de Siria, dando comienzo la dinastía ayyubí. Saladino era un hombre sabio y logró la absoluta unión de las facciones musulmanas, así como el control político y militar desde Egipto hasta Siria.

    Como Nur al-Din, Saladino era un musulmán devoto y decidido a expulsar a los cruzados de Tierra Santa. El Reino de Jerusalén, regido por el Rey Leproso, Balduino IV de Jerusalén, y rodeado ya por un sólo Estado, se vio obligado a firmar frágiles treguas seguidas por escaramuzas, tratando de retrasar el inevitable final.

    Tras la muerte del rey Balduino IV de Jerusalén, el Estado se dividió en distintas facciones, pacifistas o belicosas, y pasó a convertirse en rey, debido al enlace matrimonial que mantenía con la hermana del fallecido patriarca, el general en jefe del ejército unido de Jerusalén: Guy de Lusignan. El mismo apoyaba una política agresiva y de no negociación con los sarracenos y abogaba por su sometimiento y derrota en combate, cosa a la que sus detractores se oponían habida cuenta de la inferioridad numérica que los cristianos tenían ante las tropas de Saladino. La radicalidad religiosa y el apoyo al brazo más radical de la orden de los Templarios en sus ataques a diversas localidades y estructuras sarracenas desembocarían en un enfrentamiento final entre Guy de Lusignan y el propio Saladino. De hecho, se hace culpable a Guy de lusignan de la derrota y pérdida de Jerusalén por su obsesión en enfrentarse al ejército de Saladino y su falta de visión para la protección de la ciudad y de sus habitantes.
    Krak de los Caballeros. Esta fortaleza, considerada inexpugnable, controlaba el paso del interior de Siria a la costa y estuvo bajo el mando de los Caballeros Hospitalarios hasta 1271, cuando perdidos los territorios cristianos, se les permitió la salida de sus caballeros a Chipre.

    Reinaldo de Châtillon era un bandido con título de caballero que no se consideraba atado por las treguas firmadas. Saqueaba las caravanas e incluso armó expediciones de piratas para atacar a los barcos de peregrinos que iban a La Meca, ciudad muy importante para los musulmanes. El ataque definitivo fue contra una caravana en la que iba la hermana de Saladino, que juró matarlo con sus propias manos.

    Declarada la guerra, el grueso del ejército cruzado, junto con los Templarios y los Hospitalarios, se enfrentó a las tropas de Saladino en los Cuernos de Hattin el 4 de julio de 1187. Los ejércitos cristianos fueron derrotados, dejando el reino indefenso y perdiendo uno de los fragmentos de la Vera Cruz. Saladino mató con sus propias manos a Reinaldo de Châtillon. Algunos de los caballeros Templarios y Hospitalarios capturados fueron también ejecutados. Saladino procedió a ocupar la mayor parte del reino, salvo las plazas costeras, abastecidas desde el mar, y en octubre del mismo año conquistó Jerusalén. Comparada con la toma de 1099, esta fue casi incruenta, aunque sus habitantes debieron pagar un considerable rescate y algunos fueron esclavizados. El reino de Jerusalén había desaparecido.

    La toma de Jerusalén conmocionó a Europa y el papa Gregorio VIII convocó una nueva cruzada en 1189. En esta participaron reyes de los más importantes de la cristiandad: Ricardo Corazón de León (hijo de Enrique II y de Leonor de Aquitania), Felipe II Augusto de Francia y el emperador Federico I Barbarroja (sobrino de Conrado III). Éste último, al mando del grupo más poderoso, siguió la ruta terrestre, en la que sufrió algunas bajas. Cerca de Siria, sin embargo, el emperador murió ahogado mientras se bañaba en el río Salef (en la actual Turquía) y su ejército ya no continuó hacia Palestina. Barbaroja durante su estadía en el Reino de Hungría le había pedido al príncipe Géza, hermano del rey Béla III de Hungría que se uniése a las fuerzas cruzadas, así, un ejército de 2.000 soldados húngaros partió al lado de los germánicos. Si bien luego de los conflictos bélicos el rey húngaro habría llamado de regreso a sus fuerzas, su hermano menor, Géza, permaneció en Constantinopla y desposó a una noble bizantina, puesto que no tenía buenas relaciones con Béla III.

    Los ejércitos inglés y francés llegaron por la ruta marítima. Su primer (y único) éxito fue la toma de Acre el 13 de julio de 1191, tras la cual Ricardo realizó una matanza de varios miles de prisioneros. Esta matanza militarmente le dio oxígeno para seguir hacia el sur a su meta final: Jerusalén, y además le valió el nombre por el que sería reconocido en la historia, Corazón de León.

    Felipe II Augusto estaba preocupado por los problemas en su país y molesto por las rivalidades con Ricardo, por lo que regresó a Francia, dejando a Ricardo al mando de la cruzada. Este llegó hasta las proximidades de Jerusalén, pero en lugar de atacar prefirió firmar una tregua con Saladino, temiendo que su ejército diezmado de 12.000 hombres no fuera capaz de sostener el sitio de Jerusalén. Pensando en una próxima cruzada y en no arriesgar militarmente una derrota que no le daría a los cristianos la posibilidad del control posterior de la Ciudad Santa, pactaron con el mismo Saladino, quien también estaba cansado y diezmado, la tregua que permitía el libre acceso de los peregrinos desarmados a la Ciudad Santa.

    Saladino falleció seis meses después. Ricardo murió en 1199 por una flecha a su regreso a Europa. De esta forma, se cerraba la Tercera Cruzada con un nuevo fracaso para los dos bandos, dejando sin esperanzas a los Estados francos. Era cuestión de tiempo para que desapareciera la estrecha franja litoral que controlaban. Sin embargo, resistieron aún un siglo más.



    CUARTA CRUZADA

    Tras la tregua firmada en la Tercera Cruzada y la muerte de Saladino en 1193, se sucedieron algunos años de relativa paz, en los que los Estados francos del litoral se convirtieron en poco más que colonias comerciales italianas. En 1199, el Papa Inocencio III decidió convocar una nueva cruzada para aliviar la situación de los Estados cruzados. Esta Cuarta Cruzada no debería incluir reyes e ir dirigida contra Egipto, considerado el punto más débil de los estados musulmanes.

    Al no ser ya posible la ruta terrestre, los cruzados debían tomar la ruta marítima, por lo que se concentraron en Venecia. El dux Enrico Dandolo se coaligó con el jefe de la expedición Bonifacio de Montferrato y con un usurpador bizantino, Alejo IV Ángelo para cambiar el destino de la cruzada y dirigirla contra Constantinopla, al estar los tres interesados en la deposición del basileus del momento, Alejo III Ángelo.

    Inicialmente, los cruzados fueron empleados para luchar contra los húngaros en Zara, por lo que fueron excomulgados por el Papa. Desde allí se dirigieron hacia Bizancio, donde consiguieron instalar a Alejo IV como basileus en 1203. Sin embargo, el nuevo basileus no pudo cumplir las promesas hechas a los cruzados, lo que originó toda clase de disturbios. Fue depuesto por los propios bizantinos, que coronaron a Alejo V Ducas. Esto provocó la intervención definitiva de los cruzados, que conquistaron la ciudad el 12 de abril de 1204. El saqueo de la ciudad fue terrible. Miles de cristianos (incluyendo mujeres y niños) fueron asesinados por los cruzados. Desvalijaron y destruyeron mansiones, palacios, iglesias y la propia basílica de Santa Sofía. Europa occidental recibió un aluvión de obras de arte y reliquias sin precedentes, producto de este saqueo.

    Con ello llegaba a su fin el Imperio Bizantino, que se desmembró en una serie de Estados, algunos latinos y otros griegos. De éstos, el llamado Imperio de Nicea conseguiría restaurar una sombra del Imperio Bizantino en 1261.

    Los cruzados establecieron el llamado Imperio Latino, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil sobre la mayoría de los territorios que supuestamente controlaba (y nula sobre los Estados griegos de Nicea, Trebisonda y Epiro).

    La Cuarta Cruzada asestó un doble golpe a los Estados francos de Palestina. Por un lado, les privó de refuerzos militares. Por otro, al crear un polo de atracción en Constantinopla para los caballeros latinos, produjo la emigración de muchos que estaban en Tierra Santa hacia el Imperio Latino, abandonando los Estados francos.



    QUINTA CRUZADA

    La V Cruzada fue proclamada por Inocencio III en 1213 y partió en 1218 bajo los auspicios de Honorio III, uniendóse al rey cruzado Andrés II de Hungría, quien llevó hacia oriente el ejército más grande en toda la Historia de las Cruzadas. Como la IV Cruzada, tenía como objetivo conquistar Egipto. Tras el éxito inicial de la conquista de Damieta en la desembocadura del Nilo, que aseguraba la supervivencia de los Estados francos, a los cruzados les pudo la ambición e intentaron atacar El Cairo, fracasando y debiendo abandonar incluso lo que habían conquistado, en 1221.

    SEXTA CRUZADA

    La organización de la VI Cruzada fue un tanto rocambolesca. El papa había ordenado al emperador Federico II Hohenstaufen que fuera a las cruzadas como penitencia. El emperador había asentido, pero había ido demorando la partida, lo que le valió la excomunión. Finalmente, Federico II (que tenía pretensiones propias sobre el trono de Jerusalén) partió en 1228 sin el permiso papal. Sorprendentemente, el emperador consiguió recuperar Jerusalén mediante un acuerdo diplomático. Se autoproclamó rey de Jerusalén en 1229 y también obtuvo Belén y Nazaret.

    SÉPTIMA CRUZADA

    En 1244 volvió a caer Jerusalén (esta vez de forma definitiva), lo que movió al devoto rey Luis IX de Francia (San Luis) a organizar una nueva cruzada, la Séptima. Como en la V, se dirigió contra Damieta, pero fue derrotado y hecho prisionero en Mansura (Egipto) con todo su ejército.

    OCTAVA CRUZADA

    Vuelto a Francia, el mismo rey emprendió la llamada VIII Cruzada (1269) contra Túnez, aunque en realidad era un peón en los intereses de su hermano Carlos de Anjou rey de Nápoles, que quería evitar la competencia de los mercaderes tunecinos. La peste acabó con el rey Luis y gran parte de su ejército en Túnez (1270).

    Aunque algunos papas intentaron predicar nuevas cruzadas, ya no se organizaron más y, en 1291, los cruzados evacuaron sus últimas posesiones en Tiro, Sidón y Beirut tras la caída de San Juan de Acre. A fin de cuentas, el único triunfo relevante de la Cristiandad durante los dos siglos de más de ocho cruzadas fue la toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon en la primera cruzada en el año 1099, la cual, a pesar de las innumerables matanzas de sarracenos, judíos (hombres, mujeres y niños), logró sostener la Ciudad Santa por muchos años, y encontró los objetivos marcados inicialmente por los defensores de la idea de reconquistar la tierra llamada santa para los cristianos de Europa.

    Historia de piratas nacidos en Canarias.


    EL CORSARIO AMARO PARGO


    Este singular personaje nació el 3 de mayo de 1678 en La Laguna (Santa Cruz de Tenerife) y se mantuvo soltero hasta el día de su muerte, el 4 de octubre de 1747, a la edad de 69 años.

    Tuvo un hijo con la cubana Josefa Mª del Valdespino, hijo natural llamado Manuel de la Trinidad Amaro.

    El primer viaje documentado que realizo, lo hizo año 1701, cundo tenia 23 años a bordo del navío "Ave Maria", alias "La Chata".En aquel entonces nuestro personaje era alférez. En el primer navío que se embarcó, fue abordado y aconsejo al capitán que simulara una rendición para sorprender luego al enemigo y lograr el triunfo, arrebatándole el botín. Los capitanes de los dos barcos comenzaron a pelearse, aprovechando la confusión salta Amaro al barco para tapar los agujeros de los cañones enemigos y al hacer fuego resultara inútil, mientras da aviso a su barco que disparen, pues conocen la estratagema. Llevándose todo lo que habían robado. En señal de agradecimiento el capitán regaló a Amaro Pargo su primer barco, con el que se independizó y dió sus primeros pasos en el mundo corsario y comercial.

    El mozo salvó un día de los piratas la galera del rey que hacía la ruta entre el Caribe y Cádiz. Tras resistir durante un par de horas el ataque de un barco inglés, finalmente fue abordado y tomado por Amaro Pargo. Los pocos supervivientes fueron ahorcados. La mayoría eran bandoleros de mar de procedencia inglesa, holandesa, etc. Todos enemigos de la católica majestad hispánica. Por eso el rey lo nombró "señor de soga y cuchillo" una institución medieval.

    En alta mar, según la tradición, logró grandes fortunas que ocultó en Punta del Hidalgo. Lo que sí está demostrado es que su gran riqueza la consiguió del comercio con Europa y América, exportando productos como el aguardiente que obtuvo de sus destilerías de La Laguna o Tegueste y cargas de tabaco.

    Fue dueño de varios barcos, entre los que hay que destacar el navío denominado "La Santísima Trinidad, Nuestra Señora de El Rosario, San José, San Ignacio y San Marcos", de apodo "El Clavel". Fue fabricado en la caleta de Icod, siendo uno de sus capitanes el hermano del corsario, José Rodríguez Felipe. El barco estaba preparado para la defensa y ataque con 24 piezas de artillería.

    Amaro Pargo fue un gran devoto de la monja incorrupta Sor María de Jesús, a quien le costeó el sarcófago en que reposa su cuerpo, y tuvo tres hermanas monjas que profesaron junto con la citada religiosa. Vivió en una casa señorial de la calle San Agustín y sintió gran predilección por una hacienda que tuvo en Tegueste. Sus propiedades constituyeron una fortuna increíble, formada por más de 900 fanegas de tierra, 60 casas, 15 heredades de viñas y tributos monetarios y de trigo, todo ello junto a elevadas cantidades de dinero y las joyas de su tesoro. Fue declarado Caballero Hijodalgo y obtuvo real certificación de Nobleza y Armas dada en Madrid, cataloga su tesoro y da noticia de sus acciones en favor de los necesitados.

    Murió el 14 de octubre de 1747. (La Laguna-Tenerife)



    Durante el traslado del entierro, se hicieron ocho pausas en la calle. El sepelio fue por la mañana y en los documentos se hace constar que fue muy solemne.

    El capitán Amaro Rodríguez Felipe fue enterrado en el sepulcro de sus padres, al lado derecho al entrar el templo Santo Domingo , bajo el coro. La losa de mármol tiene grabado el escudo de armas de la familia Rodríguez Felipe, en el que no faltan símbolos de fuerza como el guerrero saliente con armadura, los puñales y los cañones. Y para reforzar el espíritu corsario, al pie del sepulcro aparece una calavera guiñando el ojo derecho y el izquierdo abierto, sin faltar las dos tibias cruzadas.

    Su esclavo moriría unos meses después el 17 de enero de 1748 enterrado en un convento anexo donde fue enterrado Amaro Pargo. El documento añade que era libre y de unos 80 años de edad. El entierro paro cuatro veces en su recorrido por la ciudad y acompañado de cuatro capellanes. Mucho mas importante es aun lo que dijo de este esclavo Amaro Pargo en su testamento, dando a conocer su apellido Linche y disponiendo que, por parte de sus herederos, nunca le faltara comida, vestimenta ni atención cuando estuviera enfermo, así como que fuera enterrado en su sepultura, es decir, en la de la familia Rodríguez Felipe.

    Sus herederos estaban obligados por testamento-anualmente antes del 10 de noviembre-a ofrendar en el sepulcro del corsario 1 fanega de trigo y un barril de vino, debiendo cantar los religiosos el oficio de vigía, misa y responso que se acostumbraba.Mil treinta y cuatro misas regladas por su alma donde durante la función debería estar encendidas cuatro hachas en un hachero sobre su sepulcro.

    EL PIRATA CABEZA DE PERRO



    Angel García nació en Igueste de San Andrés (Santa Cruz de Tenerife)en 1800, en una casita blanca próxima al mar, en la que solía recalar con su velero para aprovisionarse del manantial existente en la cueva del agua.

    Apodado "Cabeza de Perro" presentaba los siguientes rasgos físicos: grueso y rechoncho, de nariz chata, ojos pequeños y hundidos, boca larga con separados dientes, cabello trigueño y cabeza muy abultada -a la vez que deforme- con enormes protuberancias, razón por la cual usaba ceñidor y capucha de color negro al objeto de cubrírsela.

    En el barrio de San Lázaro, en La Habana, poseía un verdadero palacio cuyo aspecto exterior era el de una dulcería; por dentro, estaba repleto de espejos y lámparas con incrustaciones de oro; las habitaciones se comunicaban con puertas secretas que daban a los sótanos de la muerte donde su fiel servidor, Plácido el Mulato, esperaba a sus víctimas; los cuartos estaban llenos de arcas con los frutos de las rapiñas (dinero, alhajas, relojes, etc...). Desde una vivienda situada frente a la pastelería, su hijo Luis García, controlaba la entrada y salida de las personalidades (clientes) con as que su padre se relacionaba en cuestiones de pillaje y negocios ocultos.

    En sus desplazamientos hasta las costas africanas en busca de esclavos negros y naves cargadas de marfil y maderas nobles, nunca atacó a las embarcaciones que navegaban por aguas canarias, por el contrario, en el Caribe constituyó su centro de operaciones.

    El episodio más conocido del pirata fue el asalto que, desde su barco insignia El Invencible, efectuó al bergantín El Audaz en su recorrido desde La Habana a Nueva York. En la refriega acuchilló a los tripulantes y pasajeros, excepto a una mujer y a su hijo, quienes se habían escondido; no obstante, cuando ambos fueron descubiertos los arrojó al mar, al tiempo que hundía el barco y emprendía la retirada.

    Afortunadamente, el velero italiano Centauro los recogió y al relatar la odisea al capitán, éste le mostró el retrato de Cabeza de Perro, reconociéndolo la señora como el autor de aquella matanza. Según algunos autores, desde ese momento el pirata cambió de actitud, ya que aquel llanto infantil le quedó grabado en su mente, de tal manera, que el remordimiento no le permitía conciliar el sueño. Además, como notaba que envejecía rápidamente, expresó a sus socios, personas de elevado rango social, su deseo de abandonar la piratería e incluso entregarse a la justicia, pero su hijo le disuadió, porque ello induciría a descubrirlos a todos. Comenzó entonces a frecuentar la Iglesia y entabló amistad con un clérigo, también oriundo de Tenerife, quien lo convenció para que regresara a su Isla natal, tomando el pirata la decisión de volver de nuevo a su antigua casa en donde dedicaría su tiempo a labrar la tierra y por las tardes se sentaría a observar los barcos surcando la mar.

    Fue así como ataviado de indiano -traje blanco, sombrero, anteojos de hombre respetable y acompañado por una cotorra- embarcó en El Tritón. Durante la travesía no salió del camarote y solo al oír el grito de tierra fue cuando subió a la cubierta para contemplar el Teide y su casita de Igueste. Al llegar al puerto de Santa Cruz de Tenerife desembarcó totalmente transformado, ya que llevaba pantalones anchos por encima de los tobillos, una chupa de grandes faldones, sombrero de guano de ala ancha, un paraguas y una jaula con la cotorra; su feo aspecto fue motivo de comentarios jocosos, a la vez que de burla por una multitud de chiquillos -situación que el pirata rechazaba con el paraguas- lo que originó que aquellos palanquines le tiraran piedras hasta dejarlo herido en el suelo. Cuando llegaron los guardias para protegerlo, lo encontraron intentando defenderse con un cuchillo, cuyo mango en forma de cabeza de perro, lo delató y fue encarcelado. A partir de este episodio, pasó largo tiempo en el Castillo de Paso Alto a la espera de la resolución de su condena.

    Entre tanto, se distraía fumando y construyendo maquetas de barcos, sin hablar ni siquiera con sus guardianes. Al conocerse la sentencia de su muerte nadie quiso perderse el espectáculo de su traslado -a pie entre bayonetas- desde aquella fortaleza al barrio del Cabo. En los instantes previos a la ejecución pidió un habano, donó la maqueta de un bergantín a la Virgen del Carmen y para demostrar su personalidad arrogante hasta el final, se atavió un pañuelo rojo en la cabeza y lanzó una mirada y una sonrisa irónica mientras recibía los disparos que acabaron con su vida. Fue ejecutado en el Castillo Negro de Santa Cruz de Tenerife.

















    Piratas y Corsarios que actuaron en Canarias

    * Franceses:
    o Jean Fleury (también conocido como Juan Florín) en 1522.
    o Francois Le Clerc o Pie de palo. Saqueó e incendió Santa Cruz de la Palma en 1553.
    o Durand de Villegaingnong. También atacó Santa Cruz de la Palma en 1554, pero esta vez fue rechazado el ataque.
    o Jean Capdeville. Arrasó San Sebastián de la Gomera en 1571.
    o Jacques de Sores. Atacó La Palma en 1570.

    * Ingleses:
    o John Poole.
    o Francis Drake. Fracasado ataque en 1585 a Santa Cruz de la Palma. También fracasó en el ataque a Las Palmas de Gran Canaria y quiso resarcirse atacando un poco más al sur de la isla, en Arguineguín, pero también fue sorprendido y tuvo que huir con numerosas bajas.
    o William Harper. En 1593 ataca Lanzarote y Fuerteventura.
    o Walter Raleigh. Ataques sobre Tenerife y Fuerteventura en 1595.Ataque a Arrecife en 1616.
    o John Jennings. Santa Cruz de Tenerife sufre un ataque en 1706 que es repelido.
    o Woodes Rogers. Fracasado ataque a Santa Cruz de Tenerife en 1708.
    o Charles Windon. En 1744 ataca San Sebastián de la Gomera y La Palma.
    o George de Cumberland y Berkley desembarca en Puerto de Naos (El Hierro) en 1762.
    o John Hawkins (conocido en Canarias como Aquines, por castellanización de su apellido). Mantuvo relaciones mercantiles con algunos propietarios de las islas a pesar que también atacaba poblaciones junto a Francis Drake.
    o Robert Blake. Atacó Santa Cruz de Tenerife en 1656.

    * Holandeses:
    o Pieter van der Does. Fracasó en el intento de invasión e incendio de San Sebastián de la Gomera, pero tuvo éxito en el saqueo e incendio de Las Palmas de Gran Canaria en 1599.

    * Otros (Argelinos, Tunecinos, Turcos...):
    o Dogalí apodado el Turquillo. En 1571 ocupa Arrecife (Lanzarote), saqueando, incendiando y capturando un gran número de isleños.
    o Tabac Arráez y Solimán saquean Teguise (Lanzarote) y también atacan San Sebastián de la Gomera en 1618.
    o Morato Arráez. en 1586 ataca Lanzarote, llegá hasta Teguise saqueándola y llevándose muchos cultivos.

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