Hay un viejo adagio latino que dice: SI VIS PACEM PARA BELLVM (Si quieres la paz, prepárate para la guerra)

Este canal es ANTICOMUNISTA 100%, ANTIPSOE, ANTIZP, ANTI-INDEPENDENTISTAS, ANTITERRORISTA y ANTIMANDATARIOS DE REPÚBLICAS BANANERAS (Léase países sudamericanos socialistas).

Este canal es fiel defensor de España y su unidad como nación, el Rey, la Constitución y los gloriosos ejércitos españoles.

No se permitirá descalificación o falta de respeto alguna hacia ninguna de estas instituciones.

Los comentarios y mensajes de comunistas que hagan referencia a ese régimen asesino no serán bienvenidos y serán automáticamente eliminados.

Propiedad de Pretoriano. Tenerife, Islas Canarias, España. 2008

Segunda mano

sábado, 13 de noviembre de 2010

RODRIGO DÍAZ DE VIVAR, EL CID CAMPEADOR




Héroe nacional por excelencia Rodrigo Díaz, el Cid, el más universal de los burgaleses, encarna el prototipo del caballero con las máximas virtudes, fuerte y leal, justo y valiente, prudente y templado, guerrero y culto...

A pesar de la distancia que nos separa de su vida, conocemos con bastante exactitud su vida y obra. Mucha leyenda le rodea, pero, su figura ha sido estudiada con gran rigor por grandes especialistas, como Menéndez Pidal. Gracias a estas personas, conocemos la personalidad del caballero burgalés, los hechos que hicieron sus días, su vida familiar, y hasta su caballo y espadas son por todos conocidos.

Sus restos y los de Jimena, su esposa, descansan en el centro de la catedral de la capital de Castilla, Burgos, pero su espíritu está con nosotros aún presente.







(Firma de Rodrigo Díaz de Vivar)




II.- Biografía del Campeador.

Rodrigo Díaz nació en Vivar, pequeña aldea situada a 7 kilómetros de la ciudad de Burgos en 1043. Hijo de Diego Laínez, noble caballero de la Corte Castellana y de una hija de Rodrigo Alvarez. Descendiente es por línea paterna de Laín Calvo, uno de los dos Jueces de Castilla.

A los 15 años quedó huérfano de padre y se crió en la corte del rey Fernando I junto al hijo del monarca, el príncipe Sancho. Ambos crecieron juntos y trabaron buena amistad durante cinco años. También se educó en las letras y en las leyes, seguramente en el monasterio de San Pedro de Cardeña, lecciones que le servirían posteriormente para representar en pleitos al mismo monasterio y también al mismísimo Alfonso VI el cual confió al burgalés numerosas misiones diplomáticas en las que debía conocer perfectamente las leyes.

Entre los años 1063 a 1072 fue el brazo derecho de don Sancho y guerreó junto a él en Zaragoza, Coimbra, y Zamora, época en la cual fue armado primeramente caballero y también nombrado Alférez y "príncipe de la hueste" de Sancho II.

A los 23 años obtuvo el título de "Campeador" -Campidoctor- al vencer en duelo personal al alférez del reino de Navarra.

A los 24 años era conocido ya como Cidi o Mío Cid, expresión de cariño y admiración.

Con la muerte de Sancho II en el cerco de Zamora y tras la jura de Santa Gadea tomada por Rodrigo al nuevo rey castellano, Alfonso VI, la suerte del Cid cambió y su gran capacidad fue desechada por la ira y envidia del nuevo monarca.

En 1081 el Cid es desterrado por primera vez de Castilla. 300 de los mejores caballeros castellanos le acompañaron en tan difícil situación. Esta etapa duró unos 6 años los cuales fueron aprovechados por Rodrigo y sus hombres para hacer de Zaragoza su cuartel general y luchar en el Levante.

Vuelve a Burgos en 1087 pero poco duró su paz con el rey por lo que marchó de hacia Valencia donde se convirtió en el protector del rey Al-Cádir y sometió a los reyezuelos de Albarracín y Alpuente.

El almorávide Yusuf cruza en 1089 el estrecho de Gibraltar y el rey Alfonso pide ayuda al caballero castellano, pero por una mal entendido entre ambos surge una nueva rencilla entre el rey y su leal súbdito y el monarca le destierra por segunda vez en 1089.

En los diez años siguientes, la fama del Cid se acrecentó espectacularmente al contrario que el reinado del rey. En menos de un año el Cid se hizo señor de los reinos moros de Lérida, Tortosa, Valencia, Denia, Albarracín, y Alpuente.

En torno al 1093, matan a su protegido de Valencia Al-Cádir, ciudad que fue tomada por Ben Yehhaf. El Cid asedió durante 19 meses la ciudad y finalmente entró triunfal en junio de 1094.

Rodrigo se convirtió en el señor de Valencia, otorgó a la ciudad un estatuto de justicia envidiable y equilibrado, restauró la religión cristiana y al mismo tiempo renovó la mezquita de los musulmanes, acuñó moneda, se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos y gentes eminentes en el mundo de las leyes, en definitiva, organizó con grandísima maestría la vida del municipio valenciano.

Aún habría de combatir numerosas batallas, como la que el mismo año le enfrentó al emperador almorávide Mahammad, sobrino de Yusuf, el cual se presentó a las puertas de Valencia con 150.000 caballeros. La victoria fue total, tan grande fue el número de enemigos como grande fue el botín a ellos recogido.

En 1097 muere en la batalla de Consuegra su único hijo varón, Diego.

El domingo 10 de julio de 1099, muere el Cid. Toda la cristiandad lloró su muerte.



III.- El Destierro.

Al morir Fernando I (primer rey de Castilla), divide su reino entre sus hijos. A Don García le da Galicia, a Don Alfonso León, Castilla a Don Sancho y Toro y Zamora a Doña Elvira y Doña Urraca respectivamente. Sancho no contento con el reparto intenta unificar los territorios con la ayuda de su alférez El Cid.

Juntos lucharon en varias batallas, entre ellas, el duelo judicial o campo de la verdad en el que el Cid derrotó al navarro Jimeno Garcés obteniendo el título de Campeador. también lucharon en las batallas de Llantada y Golpejar, en las cuales vencimos y derrotando a los leoneses, Alfonso pierde la corona de León en favor de Sancho, rey de Castilla. También acompañó el Cid al cerco de Zamora, donde el rey Sancho fue asesinado a traición por Bellido Dolfos.

Por ser el Cid jefe de las tropas del rey Sancho y por sus conocimientos jurídicos en Derecho Castellano, fue el mismo quien tomó juramento en la Iglesia de Santa Gadea de Burgos, a Don Alfonso, de no haber tenido arte ni parte en la muerte de Don Sancho.

Debido a esta razón, entre otras seguramente, el nuevo rey de Castilla, Alfonso VI, destituyó a Rodrigo de su cargo y nombró Alférez real a García Ordóñez, pasando el Cid a un segundo plano en la corte.

Tras esto, el Cid tomó matrimonio con Jimena, hija del Conde de Oviedo, nieta de Alfonso VI y biznieta de Alfonso V el 19 de Julio de 1074.

En 1079, se dirige a Sevilla para cobrar los tributos (parias) del rey de Sevilla a Alfonso VI. Esta en ello cuando él y el rey de Sevilla fueron atacados por el rey de Granada y García Ordoñez. Las mesnadas del Cid consiguen vencer a los asaltantes y Rodrigo humilla a García Ordóñez en el castillo de Cabra, pero a la vuelta a Burgos, este último, y Pedro Ansúrez, desencadenan traición contra el Cid, consiguiendo que Alfonso VI le destierre, y prohibe a todos los burgaleses darle ayuda o aposento alguno, como así dicen los versos del Cantar:

"Ya entra el Cid Ruy Díaz por Burgos; sesenta pendones le acompañan. Hombres y mujeres salen a verlo, los burgaleses y burgalesas se asoman a las ventanas: todos afligidos y llorosos. De todas las bocas sale el mismo lamento:

¡Oh Dios, qué buen vasallo si tuviese buen Señor!"


"Mio Çid Roy Díaz por Burgos entrove,En sue compaña sessaenta pendones;exien lo ver mugieres e varones, burgeses e burgesas por las finiestras sone. De las sus bocas todos dizían una razóne:

¡Dios, que buen vassallo, si oviese buen señore! "





DON PELAYO




Pelayo fue cristiano, godo, o hispanogodo, nació a finales del siglo VII, en fecha y lugar que desconocemos y murió en el año 737, tras comenzar la Reconquista de España a los invasores musulmanes.

Porque para Pelayo no había la menor duda de que los musulmanes eran invasores y que le habían arrebatado su patria. Cómo y por qué llegó a ser nombrado rey y a fundar un reino más en el aire que en el suelo son cosas harto confusas en los detalles aunque clarísimas en el fondo.

Era Pelayo espatario, una suerte de guardia real en la corte de Don Rodrigo, el último de los reyes godos. Su padre se llamaba probablemente Favila y su abuelo Pelayo, porque era costumbre hispanogoda heredar el nombre del abuelo y por eso mismo el hijo y sucesor de Pelayo fue Don Favila, al que mató un oso. En alguna crónica se da por muerto al padre de Don Pelayo a manos de Vitiza, antecesar y rival de Don Rodrigo en la lucha de clanes godos que acabó en la derrota del Guadalete. Es posible: el asesinato era una de las costumbres más asentadas entre los godos.

También es casi seguro que Pelayo fuera uno de los combatientes más cercanos al derrotado Rodrigo en aquella batalla del 711 que marcó toda la historia posterior. Debía de ser del clan de Rodrigo o adoptado por éste y soldado de valor y autoridad indudables, porque no tuvo que disputar con nadie el trono de España, que en el año 718, cuando se alzó en armas, era una simple silla de montar.

Pero esos siete años, desde la derrota en 711 hasta la rebelión en las montañas de Asturias, son muy oscuros. En principio, Pelayo fue, como otros godos e hispanorromanos notables, parte de la aparatosa espantada, desparrame sin orden ni concierto, de los cristianos ante los invasores moros.

Sin capacidad para fortalecerse en Toledo o atrincherarse siquiera en las tierras altas de la Meseta, aquellas tropas fueron dando tumbos y rindiéndose, cada vez más al norte, hasta pasar los Pirineos o quedar contra el Cantábrico, en las montañas astures y cántabras.

Pero también las tierras asturianas cayeron bajo control musulmán. Munuza se llamaba el gobernador de aquella comarca, que se estableció en lo que hoy es Gijón. En virtud de los acuerdos entre cristianos derrotados y musulmanes vencedores, Pelayo marchó a Córdoba como enviado o como rehén, mientras una hermana suya, con la que había hehco toda la retirada hasta el norte, quedaba en Asturias.

La hermana de Pelayo, mientras éste vivía en Córdoba, pasó al harén de Munuza y este hecho fue uno de los determinantes en su rebelión. Probablemente, los musulmanes rompieron sus promesas de respetar la religión y costumbres de los cristianos en cuanto se vieron dueños de la situación y eso movió a los soldados más cualificados a declararse en guerra.

La desigualdad entre los ocupantes y los rebeldes era tan grande que se comprende lo limitado del ejército de Pelayo, pero también debía de ser muy clara la disyuntiva de someterse totalmente o luchar a muerte para que un grupo suficientemente furte emprendiera tan desigual batalla.

No había reivindicaciones, no había reformas por discutir y ni unos ni otros buscaron un pacto. Por ambas partes estaba clara la determinación de luchar. En los moros, para aniquilar a los cristianos rebeldes; y en los cristianos, para defenderse de los moros.

Desde el principio de la guerra, y así lo cuentan los propios cronistas árabes, Pelayo fue rey. Es por tanto muy posible que su elección fuera clandestina y previa a la rebelión. Como la monarquía goda era electiva bastaría con la pertenencia de Pelayo a la familia del rey Rodrigo e, incluso, con su incostestada jefatura militar para alcanzar la corona.



Como desde Recaredo los reyes godos y cristianos lo eran de toda España y como además no existía un territorio claro dominado por Pelayo y sus menguadas huestes, ostentar esa corona lo significaba todo a la vez no significaba nada. Pelayo era rey de España, pero de la España perdida, con la excepción de los reductos, más humanos que geográficos, de las montañas astures. La España cristiana era más una reivindicación que una realidad, una empresa más que un negocio.

Pelayo entronca su realeza de forma natural con la monarquía goda, pero, como dijo el historiador moro Ben Jaldún y repetía gustoso el cristianísimo Fray Justo Pérez de Urben, «con él comienza una dinastía nueva sobre un pueblo nuevo». La legitimidad, al margen del origen godo, hispanorromano o mixto, se forma en una lucha que es territorial y religiosa, de legitimidad y de fuerza.

El objeto de la contienda está bien claro desde el principio: el antiguo territorio de la España visigoda, antes hispanorromana, donde se practicaba la religión de Cristo. En recobrar ese territorio para un orden político que ya no era ni podía ser godo, sino esencialmente cristiano, se entretendrán los habitantes de la Península Ibérica y sus islas anejas cerca de 800 años.

Naturalmente, al principio, los nobles godos que vivían con cierta comodidad sometidos a los musulmanes consideraron disparatado el proyecto de Pelayo. Mucho más cuando el valí Ambasa encabezó un ejército para ayudar a Munuza y aplastar definitivamente a los cristianos.

Los rebeldes, según el historiador musulmán Al Maqqari, que recoge testimonios de la famosa Crónica del Moro Rasis (Al Rasis), Ben Haz, y Ben Jaldún, llegaron a pasarlo muy mal: «No quedaba sino la roca donde se refugió el rey llamado Pelayo con 300 hombres. Los musulmanes no dejaron de atacarle hasta que sus soldados murieron de hambre, y no quedaron en su compañía más que 30 hombres y 10 mujeres». Pero fueran esas sus fuerzas o superiores, el hecho indiscutible es que Pelayo consiguió escapar.

Ambasa consideró suficiente el castigo porque llevó sus tropas más allá de los Pirineos, donde tomó Narbona y sitió Tolosa, lugar en que encontró la muerte. Alqama, su sucesor, tuvo que hacer frente de nuevo a Pelayo, señal de que se había rehecho y reforzado. Que no se trataba de una simple rebelión más o menos militar sino de un movimiento de indudable calado político lo prueba que en la expedición iba el obispo toledano Don Oppas, del clan de Vitiza, sin duda para romper la unidad de godos y cristianos rebeldes.

Pero no pudieron con Pelayo. Cabe los Picos de Europa, por donde se despeña el río Auseba, en las cercanías de una cueva consagrada a Santa María, tuvo lugar en 722 una de tantas emboscadas que sufrieron las tropas de Alqama y su recuerdo, símbolo de aquella campaña victoriosa, acabó por denominarse Covadonga. Qué duda cabe que responde a un hecho cierto, a uno de tantos, y que hubo otros con resultado opuesto. Pero es ética y estéticamente justo que en aquel lugar se recuerde la hazaña de Don Pelayo. ¿Donde mejor?

Dotado de indudable talento militar y de prestigio político, Pelayo llevó sus tropas y su pequeña corte ambulante a las cercanas montañas cántabras y amplió así tanto sus lugares de ataque como de retirada. Durante más de 18 años sopotó ataques de los musulmanes y los devolvió, con el balance final de la consolidación de un reino cristiano español en la coronilla de un riquísimo y poderoso califato musulmán, también español, que hizo de Córdoba «luz de Europa», según la sabia monja germana Hroswitha. A la sombra de aquella hermosa luz, los sucesores de Pelayo consolidaron la dinastía asturiana, que fue, de hecho y de derecho, la monarquía cristiana de España.

Pelayo creó, en efecto, una dinastía nueva para un pueblo nuevo, o mejor, un renuevo del viejo pueblo hispano. Legó un trono a caballo, un trámite entre precipicios, pero después de casi dos décadas de lucha contra un enemigo infinitamente superior nadie discutió su legitimidad.

Cuando su hijo y heredero Don Favila murió despedazado por un oso, le sucedió el hijo de Pedro, duque de Cantabria, el noble más importante de los que le habían reconocido como rey. El hijo de Pedro estaba casado con Ermesinda, hija de Pelayo, y reinó con el nombre de Alfonso I El Católico. Reconquistó Galicia y la comarca de las Bardulias, llamada también Castilla.

jueves, 7 de octubre de 2010

LAS GUERRAS CÁNTABRAS

























Las Guerras Cántabras son las famosas guerras que nos recuerda las enfrentadas entre Roma y los pueblos norteños de la Hispanía Citerior después de la Guerra Civil acaecida en el año 37aC.

Las guerras cántabras empezaron el año 29 aC y acabaron diez años después. La unión de los cántabros, astures y vacceos, junto a otras tribus pequeñas de las montañas del norte de España en busca de su independencia, hicieron que se enfrentaran con dureza contra el gran Imperio Romano. Sus causas son muy discutidas e inacabables. Pero todos los historiadores se ponen de acuerdo de que todo comenzó en la época de Augusto. Varias legiones romanas se trasladaron a Hispania, entre ellas la IV Augusta Macedonica, la I Augusta , la XX Valeria Victrix,.. que se unieron a la IX Hispana , a la V Alaudae , VI Víctrix y la X Gémina (casi 75.000 soldados)-

Era la primavera del año 26 aC cuando Augusto desembarca en Tarraco y preparó la campaña. Como causa oficial para atacar, podemos decir que era el acabar de unificar todos los territorios de la Hispania Citerior y la Hispania Ulterior bajo el poder del SPQR- el Senado Romano y con ello acabar de someter a cualquier pueblo primitivo. El Imperio ya tenía bajo su poder desde el año 50aC toda la península menos el norte. Una de las primeras campañas que ocurrió durante ese mismo año fue la batalla de Bergida (actual Valle de San Pelayo en Asturias) y en el Monte Vindio- Picos de Europa-zona asturiana- Un grupo de cántabros y astures lograron huir hacia los Picos de Europa- entre Asturias y Cantabria- y subieron al Monte Vindio, un punto muy elevado. Poco tiempo después los romanos dieron con ellos y los rodearon. Después murieron por la falta de comida y por las bajas temperaturas.

Los romanos también rodearon el castro de Aracillum, al tiempo que se fundaba el puerto de Victoriae (actual Santander). Aracillum fue uno de los ejemplos más heroicos de las leyendas cántabras. Este castro de los valles del Pas, fue el último que se resistió a la soberanía del pueblo romano, hasta llegar al suicidio y a incendiar el castro para no caer en manos de sus enemigos y ser vendidos como esclavos al ser distribuidos por otros puntos del imperio, que es lo que ocurrió con los prisioneros cántabros o enviados a trabajar en diversas minas.

Dos factores muy importantes que tenía Roma en contra era la falta de conocimiento del territorio y su clima. Por su parte tanto los cántabros como los astures y los otros pueblos de la cordillera cántabra, estaban muy acostumbrados a la climatología y a sus parajes. Mantuvieron la resistencia durante mucho tiempo. Incluso Augusto pasaba el invierno en Tarraco y al cabo del mismo volvía a subir al norte de la península para proseguir con la conquista. Los romanos cuando no podían con la superioridad de los pueblos norteños, se dedicaban a saquear los campos, a matar animales, a destruir la naturaleza, entre otros actos.

Año - Suceso :

27 aC - El ejército de Augusto avanza hacia la invasión del último reducto- Cantabria.

25 aC .- Cayo Antistio Vetus somete a los cántabros y Publio Carisio se hace con los astures.

26 aC .- Triple ataque dirigido por Augusto sobre los pueblos cántabros.

24 aC Lucio Emilio fue designado nuevo legado por Roma, esto provocó que los cántabros iniciaran de nuevo la guerra después del año 26 aC . – Emboscada cántabro-asturo.

23 aC - Lucio Sestio Quirinale legado romano funda las “Aras Sestianas” en honor a la victoria de Octavio en Asturias.

22 aC Cayo Furnio era designado sucesor de Emilio en el cargo de legado romano por lo que crearía una nueva campaña cántabra en el Monte Medulio. Sublevación de los pueblos cántabros y asturos. Carisio y Furnio someten a los astures.

19aC Las guerras cántabras dieron por concluidas y Roma se hizo con el poder de los últimos reductos de los pueblos celtibéricos del norte de Hispania. Roma envió legiones de la zona de Aquitania (Galia) que desembarcaron en el Puerto Victoriae y se adentraron por la parte norte de la comarca- Los encuentros fueron crueles y sangrientos, sin piedad por ambos lados. Al frente de los romanos estaba el nuevo cónsul vitalicio, Octavio Augusto, el heredero de Augusto y el famoso general Marcus Vipsanius Agrippa. Siguen las sublevaciones cántabras al legado romano tarraconense, Publio Silio Nerva. Octavio y Agripa se apoderan de los últimos castros y reductos cántabros.



Este pueblo fue el último de Hispania en caer bajo la dominación romana y por ello, Roma envió a 70.000 soldados distribuidos en 7 legiones

16 a .C . - Un último intento de sublevación por parte de los pueblo cántabros.

14 a .C.- Octavio nombra Asturias como Astúrica Augusta y quiere establecer un nuevo plan político romano en el territorio

Augusto volvería a Roma, enfermo y según los cronistas de la época, su estancia en el norte no le fue afortunado puesto que regresó muy cansado, enfermo y casi muere allí por la caída de un rayo.

El más famoso investigador histórico que ha trabajado en las Guerras Cantábricas, Adolf Schulten decia en su obra: “La guerra cantabroastur de los años 29 al 19 aC tiene una importancia particular, por ser la última fase de la resistencia heroica de las tribus iberas. De igual modo que militarmente la victoria de Augusto sobre estas tribus salvajes del Norte fue un éxito grande y constituyó un triunfo difinitivo (...) ”.

EL PUEBLO CÁNTABRO :

Antes de que las guerras cántabras comenzaran su andadura, los cántabros ya era un pueblo muy conocido por su fortaleza. En el año 137 aC los vacceos y los cántabros se unieron para ayudar a liberar Numancia- la famosa ciudad celtibérica. El cónsul romano Mancino decía de ellos: “Los cántabros, ya vencían con solo su fama”.

Mucho tiempo antes, el romano M. Porcio Catón en el año 195 aC nombraba por primera vez a este pueblo en sus crónicas y destacando su unión con el río Ebro que nacía “ Entre los cántabros, grande y hermoso, con abundantes peces ”.

Este pueblo se dividía en tribus y se asemeja a las otras tribus celtas del norte de Europa, como la irlandesa, la galesa o la bretona. Cada tribu era un clan, una gran familia y solo se unían en matrimonio entre ellos. No tenia una unidad política propia, sino que se movían según las necesidades siguiendo la norma de reuniones de jefes de clanes que decidían por de su propia familia.

Una de estas tribus cántabras era los Vadinienses de la zona ortiental del actual territorio asturiano. Todas las tribus cántabras y asturas ayudaron a sus hermanos celtas, dentro y fuera de Hispania. Algunas fechas así nos lo recuerda:

137 aC – Los bacheos y los cántabros se unían a la guerra de Numancia.

56 aC - Los cántabros se suman a los aquitanos (Costa sur occidental de Galia) en las guerra contra Publio Craso en las guerras de la Galia (actual Francia).

49 aC – Julio César se enfrenta a éste pueblo durante la guerra civil con los pompeyanos en la Campaña de Lérida.

LOS CÁNTABROS EN EL MEDIEVO ALTO:

Poco antes de la caída del Imperio , el norte de España, especialmente las tres comunidades históricamente más unidas al pueblo celta europeo, Galicia, Asturias y Cantábria, serían invadidas por celtas del norte del continente y por los vikingos. Galicia será la que menos guarde las raíces físicas de aquellos pueblos y es más marcado el aspecto celta en las zonas de Asturias, Cantabria, Palencia y Burgos. Galicia tuvo una gran repoblación de gentes venidas del norte de Portugal en el medievo en busca de una vida mejor, por lo que podemos ver una apariencia más parecida entre lusitanos y gallegos; así como los vascos tienen mucho del físico de los gascones y aquitanos, por los cuales hubo siempre mucha unión entre ambos pueblos desde siempre. Todos los cántabros y asturianos sabemos que grácias a nuestros pueblos, se llegó nuevamente a la independencia que siempre persistieron en proteger ante el Imperio Romano. Los cántabros pusieron “entre las cuerdas” al pueblo visigodo y ayudamos a los asturianos en el inicio de la Reconquista de Don Pelayo en el siglo VIII- y destacamos en las guerras contra la invasión sarracena y ayudamos a fundar las primeras dinastías cristianas de la península, tanto la castellana, la leonesa o la aragonesa.

PERSONAJES QUE HABLARON SOBRE LAS CRÓNICAS ROMANAS SOBRE ESTE PUEBLO INDÓMITO:

Julio Cesar, Estrabón, Silio Itálico, Horacio, Flavio Josefo, Lucano, Floro, Alejandrino Apiano, Plutarco, Dion Casio, Ptolomeo, Plinio el viejo, etc.


LAS FIESTAS DE LAS GUERRAS CÁNTABRAS:

En la actualidad, desde el año 2000 en Corrales de Buelna, se conmemora las guerras cántabras. Una vez al año, durante el primer fin de semana de septiembre, los cántabros recuerdan aquella hazaña heroica de resistencia ante las temidas tropas romanas.

Uno de los primeros actos es la llegada al Puerto Victoria (actual Santander) de las 13 legiones romanas que provenían de Aquitania (Galia). El pueblo cántabro se acerca a la capital de la comunidad para presenciar el desembarco, tal como debió ser por aquel entonces. Los cántabros que toman el papel de legionarios romanos son recibidos por los miembros del gobierno cántabro y por el consistorio en pleno. Una vez en Corrales de Buelna, se enciende el Fuego Sagrado que se apagará al finalizar las fiestas. Es curioso, pero con este fuego se enciende las mechas de los fuegos artificiales que anuncian el final de sus fiestas.

Desde otros puntos de España donde existen legiones romanas- grupos de hombres y mujeres que ataviados con la ropa de romanos, y donde en sus pueblos se celebran o conmemora la llegada de los romanos en sus pueblos- asisten como invitados, vestidos como tales, como la legión romana de Calahorra (Extremadura). También se suman a las tribus celtas otros grupos distribuidos por España. Todos los vecinos de Corrales, pequeños y mayores, se visten de romanos o de cántabros y se suman a las fiestas disfrutando hasta caer rendidos.

Actividades como tiro con arco, lanzamiento de jabalinas o los desfiles; la celebración de una boda cántabra, siguiendo los ritos de antaño, entre otras actividades que no paran de celebrarse durante todo el fin de semana.

Según datos comarcales, en el año 2001 asistieron 7 tribus de cántabros contra 5 legiones romanas. En el año 2002 en cambio se aumentó a 9 tribus cántabras contra las 8 legiones romanas que asistieron. Cada año participa más gente y son más las “legiones romanas” de otros puntos de España que se suman a estas celebraciones milenarias.

LA LENGUA CÁNTABRA:

Cantabria también tiene un dialecto muy antiguo, unido a la forma dialéctica de Aragón y navarresa-vasca y eso que también se sufrió tanto en Asturias como en Cantabria la llegada de personas venidas del centro de la península desde finales del siglo XIX – por lo que se encuentra el acento más autentico fuera de la capital. Mientras que Asturias, Galicia y zonas de León tienen unos más giros lingüísticos en común de la zona occidental.




VIRIATO






Ahora que el nombre de este hombre está de actualidad debido a la serie sobre él y las guerras hispano-romanas que se emite en un canal de televisión, les voy a contar la historia de este gran hombre.


Cuando España aún no era España -ni Portugal, Portugal-, Viriato ya era Viriato. Siglo y medio antes del nacimiento de Cristo, mientras romanos y cartagineses remataban su pugna por el dominio del Mediterráneo, incluyendo a Hispania de forma muy especial, Viriato llegó a dominar militarmente casi toda la Península, desde el valle del Guadalquivir al valle del Ebro. En aquel mosaico de tribus en retirada y entre los dos grandes imperios de la época, el genio militar del último gran jefe de la tribu de los lusitanos consiguió un poder indígena como seguramente no existió antes y no volvió a existir después. Viriato, como Indíbil y Mandonio, es un símbolo de la Iberia que los cronistas romanos retratan en su crepúsculo, mientras la civilización grecolatina, a sangre y fuego, entraba lentamente en la Península.

La novelería romántica ha hecho que Viriato, enemigo de Roma, figure en nuestro panteón imaginario con más méritos que Sertorio, Pompeyo o Julio César. Cuando antaño se enseñaba Historia en píldoras mitológicas, Viriato era «un pastor lusitano». Pero aun en el caso de que alguna vez cuidara ovejas o cabras, fue bastante más que pastor (con ser nobilísima esta profesión) y no un lusitano cualquiera. Cuando el historiador Apiano de Alejandría, en su libro sobre Iberia -VI de su Historia Romana-, cita por primera vez a Viriato, dice: «Aniquiló a numerosos romanos y dio muestra de grandes hazañas».

En realidad, Viriato tuvo en jaque durante varios años a las legiones, les infligió media docena de derrotas humillantes, recorrió, revolvió y casi dominó las dos Hispanias, la ulterior y la Citerior, mató a miles de soldados romanos o aliados y murió de confianza, veneno anterior al de la traición. Puede decirse también que murió por pactar, pero eso no lo acredita como centrista póstumo. Hay sabios que lo consideran sólo un aspirante a reyezuelo cuya ambición tropezó con la implacable Roma, hecho que celebran.

Lo que seguramente ha cautivado la imaginación de las sucesivas generaciones de lectores más o menos celtíberos es su soberbia aparición en los libros de Historia, digna de Don Juan en la Hostería del Laurel. Cuenta Diodoro de Sicilia que un hombre rico llamado Astipas concedió la mano de su hija a un tal Viriato y organizó el ya entonces forzoso banquete nupcial.

Pero el novio no apreció la vajilla de oro que en su honor se exponía, sino que, apoyado en su lanza, soltó un discurso sobre lo poco que valían las riquezas cuando otros -es decir, los romanos- decidían su destino, se negó a lavarse las manos, repartió a su escolta algo de comer, reclamó a la novia, la subió a la grupa de su caballo y partió sin despedirse hacia su guarida en las montañas. Reconózcase la plasticidad de la estampa. Pero su majeza incluía no poca crueldad. Años más tarde, cuando Astipas era voluntario rehén de los romanos, lo reclamó y le cortó el cuello. Es el protomártir de los suegros hispanos.

Viriato pudo nacer en la Sierra de la Estrella, al norte de la Lusitania, que se extendía por la mitad de lo que ahora es Portugal y las tierras limítrofes entre Zamora y Badajoz. Estrabón tenía a los lusitanos por la nación más poderosa entre las ibéricas, pero indudablemente no era la más próspera. El bandidismo endémico muestra una clara dependencia del pillaje como modo de mantenimiento, así como escasez de tierras fértiles para una población que no se bastaba con el pastoreo y recurría a la guerra para alimentarse. Los tributos que probablemente cobraban desde antiguo entre la población de los valles del Guadiana y Guadalquivir les llevaron al enfrentamiento con los romanos cuando éstos empezaron a repartir tierras de la Bética entre sus colonos, sobre todo tras la Segunda Guerra contra Cartago.

Dos caudillos destacaron contra las legiones de Roma: Púnico, que murió en combate, y Césaro, que dominó toda la costa bética, y proyectó lo que luego sería el salto lusitano más audaz aunque sin consecuenccias: el paso del Estrecho. Pero la época heroica y decisiva de la entrecortada historia lusitana llegó cuando el pretor Galba, cuya codicia y crueldad lo precedían, consiguió reunir a los lusitanos alzados, dividirlos en tres grupos para hacerles entrega de tierras, desarmarlos y luego degollar a muchos de ellos y vender al resto como esclavos. Entre los que escaparon de la degollina estaba Viriato, que tras hacerse elegir jefe inició una brillante carrera militar de ocho años. No eran pocos cuando el promedio de edad apenas llegaba entonces a los 30 años.

Cultivó Viriato tres cualidades básicas del guerrillero: el aprovechamiento sistemático del terreno para las emboscadas, la audacia para cambiar el escenario de los combates, gracias a la movilidad de sus tropas, y la capacidad de actuar muy lejos de sus bases de aprovisionamiento, lo cual suponía también mucha mano izquierda para lograr alianzas sobre la marcha y pactos de manutención sobre el terreno. La primera victoria de Viriato fue junto a la ciudad de Tríbola, al sureste del Guadalquivir, donde fingió una retirada que terminó en copo y destrucción de las tropas de Vetilio. Era el año 147 antes de Cristo. Batió entonces la Carpetania, combatiendo incansablemente hacia el Norte y el Este hasta tomar Segóbriga, ciudad clave de lo que hoy es aproximadamente Cuenca. Se retiró entonces al Monte de Venus, cabe la inaccesible fragosidad de Gredos, y desde allí se convirtió en el terror de la Hispania Citerior tras haber dominado la ulterior. Plancio, Unimanio y Nigidio sucedieron a Vetilio en la lista de víctimas viriatenses.

Comienza entonces una lenta e implacable reconquista romana de los territorios perdidos. La liquidación de la guerra de Cartago permitió al Senado allegar más hombres y recursos para luchar contra los insoportables lusitanos, que exhibían además una gran capacidad diplomática con diversas tribus ibéricas como los vettones y otros feroces vecinos. El mérito suele atribuírsele a Viriato, aunque el enemigo común había levado a las tribus peninsulares a una especie de confederación político-militar nada desdeñable.

Lo que no podía el guerrero del Monte de Venus era hacer milagros. En el año 144 a.d.C. los romanos recuperaron el control del valle del Guadalquivir. Algunos historiadores creen que Quinto Fabio Máximo derrotó a Viriato en Bailén, si era ése el lugar de Baecula. Otros lo sitúan en los Arapiles, así que no salimos de la imprecisión evocadora de tantos combates peninsulares trascendentes, siempre en los mismos sitios.

Tras la derrota ante Fabio Máximo, el caudillo lusitano se refugió en Sierra Morena, faltaría más, y desde allí hizo frente a la gran expedición de Serviliano y unos 20.000 soldados. Viriato consiguió batir a las legiones en una sorda guerra de desgaste y mantener hasta el año 142 sus posiciones en torno a lo que hoy es Martos (Jaén), entonces llamado Tucci. Pero Serviliano y Fabio Máximo fueron privándole de sus bases de apoyo y en el 140 tuvo que retirarse a Lusitania. Consiguió rehacerse, que es el sino de todos los grandes generales antes de la derrota definitiva, y vengarse de Serviliano en el campo de batalla. Pero tras la victoria se avino a firmar la paz y ésa fue su ruina.

En una de las diversas treguas que acordaban sin convicción ambas partes desde el año 140 a.d.C., Viriato mató a su suegro, miembro de la clase dirigente lusitana que tal vez había decidido ya el pacto con los romanos. Y finalmente, en el 139 a.d.C., pudo recibir la oferta de ser rey de una Lusitania independiente y aliada de Roma. O tal vez la propuesta fue suya y los romanos fingieron aceptarla; sobre eso no hay acuerdo.

El hecho es que tres de sus enviados, Ditalcón, Audax y Minuro, volvieron del campamento romano con más oro del que llevaban y se lo ganaron apuñalando a Viriato. Cuenta la leyenda que, muerto el héroe, los asesinos volvieron a por lo suyo y los romanos, avarientos, le respondieron: «Roma no paga traidores». La frase es notable pero apócrifa. Los lusitanos no se metían en magnicidios gratis.

Muerto Viriato, sus guerreros le rindieron homenaje cantando himnos, degollando animales y combatiendo por parejas sobre su tumba, fórmula del entierro de primera en aquellos siglos tremendos. Una vez quemado su cadáver en la pira ritual, aventadas sus cenizas y apagado el gran fuego nocturno, los lusitanos no encontraron -tal vez por no quererlo buscar- sucesor para Viriato y fueron entrando en la órbita romana.

Abrían así el camino para la inmediata dominación de los celtíberos de la meseta septentrional, clave estratégica de la península y cuyo último foco de resistencia fue Numancia, que se rindió, en términos menos heroicos de los que cuenta la leyenda, apenas cinco años después de la muerte de Viriato. Por eso puede decirse que con él se extinguió la antigua Iberia y que Hispania, aunque algo chamuscada, entró definitivamente en la Historia.




ÚLTIMO TRABAJO DE LAS K-NARIAS

Último trabajo del dúo de gemelas tinerfeñas Gara y Loida, más conocidas como "K-narias". La canción se titula "No vale la pena" y es un tema versionado de la original titulada de igual manera del cantante Tony Tun Tun. La verdad es que es un temazo. Las chicas se salen....Disfruten




SERGIO RAMOS SE ENFADA CON PERIODISTA

Gerard Piqué y Sergio Ramos fueron los elegidos por el departamento de Prensa de la Federación para comparecer ante los medios a la llegada de la campeona del mundo a Salamanca. Un periodista le pide a Piqué que, si puede, conteste en catalán a una pregunta que le formula sobre Villa. El jugador azulgrana accede y habla del delantero asturiano en catalán. Cuando el jugador del Barcelona termina de hablar, pregunta a su vez si responde en castellano. En ese momento, Sergio Ramos toma la palabra y muy serio le dice: "En andaluz, díselo en andaluz a ver si lo entiende. Está muy bien, lo que te cuesta entender en castellano. Nada más".


domingo, 22 de agosto de 2010

EL ATAQUE DEL ALMIRANTE NELSON A TENERIFE




Tras la derrota de la escuadra española en San Vicente el 14 de febrero de 1796 la escuadra vencedora de Jervis pone bloqueo a Cádiz, con el objeto de destruir la flota española allí fondeada y atacar el tráfico mercante. Pero los británicos toparon con una brillante defensa a cargo de Mazarredo, que organizó una flotilla de lanchas cañoneras que hostigaron de manera sorprendente a los buques británicos. Estas lanchas eran embarcaciones menores de los navíos y de las fuerzas sutiles de la ciudad provistos con cañones de 24 libras y obúses, y que aprovechaban su gran movilidad y la nocturnidad para infringir severos daños al enemigo, lo que obligó a la fuerza bloqueadora a retirarse más aun de la costa, lo que hizo inefectivo mucho tiempo dicho bloqueo al poder escapar muchos mercantes y entrar otros tantos y obligó a Jervis a copiar el sistema español y luchar también con lanchas, ya que era inefectivo el uso de los buques. Los franceses tomaron buena nota de esto, y en el bloqueo de Brest varios años después crearon una flotille à l'Espagnol, que era como llamaban ellos a esta forma de combatir con lanchas y cañoneras (en Brest también se formaron lanchas y cañoneras españolas de los navíos de Gravina que causaron gran servicio).

Las tripulaciones británicas andaban algo desmoralizadas, llevaban mucho tiempo lejos de casa y en condiciones extremas, lo que originaba muchos problemas de insubordinación. El que Nelson formara parte de la escuadra no arreglaba la cosa. Había que dar un golpe audaz para subir la moral... y la paga.

Así que siguiendo una larga tradición de oportunismo, o pirateo como dirían otros, Jervis se enteró de que los buques con tesoros provenientes de América dejaban el botín en Tenerife, que estaba fortificado, en vez de acercarse a Cádiz. Mandó dos fragatas al archipiélago para explorar, quienes tras apresar en un golpe sorpresa a una fragata de la Compañía de Filipinas en abril y la corbeta corsaria francesa La Mutine se decidió por hacer un ataque anfibio en toda regla.

Inmediatamente el recientemente nombrado contraalmirante Nelson se hizo cargo de la comisión y el 14 de julio se puso en camino con los navíos de línea Theseus de 74 cañones donde enarboló su insignia Nelson y mandado por el capitán Miller, el Culloden de 74 mandado por el capitán Troubridge, Zealous de 74 mandado por el capitán Hood, Leander de 50 mandado por el capitán Thompson (este navío, proveniente de Lisboa, se encontró con la escuadra cuando estaba ya iniciado el ataque), las fragatas Seahorse de 38 bajo el mando del capitán Freemantle, Emerald de 36 mandado por el capitán Waller, Tersichore de 32 mandado por el capitán Bowen y el cutter Fox bajo mando del teniente Gibson, además de una bombardera, la Rayo mandada por el teniente Crompton, que se había encontrado de camino con la expedición el 15. En total 393 cañones, y 3.700 hombres armados.


El ataque a Tenerife.


El teniente general Gutierrez, capitán general de Canarias se aprestó con gran efectividad la defensa, reforzando las fortificaciones y haciendo que los diferentes fuertes solaparan sus tiros, haciéndolos por tanto muy efectivos. Aquí hacemos un breve alto para hablar de este bravo general español. Gutierrez había nacido en 1734 y tenía un gran historial militar. Participó en Italia en las últimas campañas de Felipe V. Como teniente coronel mandó la fuerza que expulsó a los ingleses de las islas Malvinas, recuperándolas para España. Como general de brigada volvió a derrotar a los británicos, a las órdenes del duque de Crillón, en 1782, en la recuperación de Menorca, y en 1791 tomó el mando del archipiélago canario. Con la de 1797 sería la tercera vez que el general Gutiérrez vencería a los británicos.

Las fuerzas con que contaba Gutierrez eran las siguientes:

- El batallón de Canarias, unidad de élite muy preparada. 247 hombres.
- Cazadores provinciales, 110 hombres.
- Milicias de Laguna y Orotava, 330 hombres.
- Rozadores de Laguna, 245 hombres.
- Bandera de Cuba, 60 hombres.
- Artilleros veteranos y de milicias, 387 hombres.
- Pilotos auxiliares paisanos, 180 hombres.
- Marineros franceses (de la capturada La Mutine), 110 hombres.

En total 1.669 españoles y 91 cañones.

El batallón de Canarias servía también como unidad de adiestramiento de los regimientos provinciales, constituídos exclusivamente por milicianos de una calidad militar muy irregular, tal y como se verá más adelante se quejaría Gutierrez de esto, pero el resto de tropas se comportó de manera extraordinaria y muy adiestrada, mención especial a los artilleros que sirvieron las piezas de manera notable y efectiva. Una pena no hubieran sido artilleros navales y haberlos tenido en San Vicente meses antes. Los marinos del bergantín corsario La Mutine y que en el momento de su captura estaba cargado con las ganancias de sus correrías contra los británicos, querían desquitarse de la pérdida de su barco, ya que las lanchas de las dos fragatas británicas Lively y Mineve, que mandó Jervis en la exploración de la isla antes del desembarco, se apoderaron del barco adentrándose en el puerto, mientras el comandante y gran parte de la tripulación estaba en tierra divirtiéndose descuidadamente.

El día 17 Nelson convocó a los capitanes británicos en su buque insignia para preparar el plan de asalto.

* Orden del Nelson a sus tropas:
Primero-. Que los botes de cada barco se mantengan reunidos remolcándose unos a otros, para tener a la gente del mismo navío junta; y que los botes en seis divisiones llegarán aproximadamente a tierra al mismo tiempo. Segundo-. Los infantes de marina de los navíos de línea se embarcarán en sus respectivas lanchas, que les transportarán. Tercero-. Desde el momento en que los botes sean descubiertos abriendo fuego sobre ellos, la bombarda comenzará su fuego sobre el pueblo, y lo mantendrá hasta que la bandera de tregua sea enarbolada tanto por el enemigo como por nosotros. Cuarto-. Que un capitán ha de encargarse de comprobar que los botes se retiren de la playa para que puedan desembarcarse con mayor rapidez más hombres con las piezas de campaña. Quinto-. Las fragatas fondearán tan pronto como les sea posible después de que esté dada la alarma, o de que las fuerzas estén en tierra, cerca de la batería de la parte N.E. de la bahía. Sexto-. Inmediatamente estén las fuerzas en tierra, se dirigirán a la retaguardia de la batería marcada con una G. en la parte N.E. de la bahía, y la asaltarán sin pérdida de tiempo, tomando posesión de la cumbre de la colina que se halla sobre ella. Cada navío desembarcará el número de hombres expresado a su lado, con su correspondiente proporción de oficiales: y los capitanes tienen la libertad de enviar tantos hombres más como deseen, dejando los suficientes para mandar el barco, y para operar la lancha, y otro bote. Todo capitán que lo estime puede desembarcar libremente y dirigir a sus marineros, bajo la dirección del capitán Troubridge.
* Se recomienda poner a los marineros tantos uniformes de infantería de marina como puedan encontrarse, y que todos tengan los correajes cruzados de lona. Los soldados de infantería de marina estarán a las órdenes del capitán Oldfield, el oficial de infantería de marina más antiguo, y él está obligado a ponerse bajo la dirección del capitán Troubridge, así como el teniente Baynes de la artillería real con su destacamento. 21 de julio. Los oficiales y hombres del Culloden, únicamente con sus armas, deben de estar preparados para ir a bordo de la Terpsícore a la una de la tarde de este día, llevando consigo cuatro escalas de asalto, cada una de ellas con una cuerda de cuatro brazas de largo, mandarrias, cuñas y hachas. Los remos de los botes se forrarán con lona o buriel. El Culloden y el Zealous construirán cada uno una plataforma para un cañón de a 18, y el Theseus un cordaje para arrastrar artillería. Cada barco fabricará tantas baquetas de hierro como le sea posible, ya que se ha visto que las de madera son muy propensas a romperse cuando se usan con prisas. La Seahorse construirá una plata forma para un cañón de a 9.
* (*)Plan de ataque elaborado por Nelson entre el 17 y el 21 de julio acompañado de un croquis. [Envío y traducción del original de Manuel García]

Este plan de ataque consistía en que las tres fragatas de su escuadra, que tenían menos calado que los grandes navíos, se acercarían a la costa lo más posible en la oscuridad y desembarcarían las tropas para atacar las partes altas y las baterías al nordeste de la ciudad. El capitán de navío Troubridge del Culloden sería el encargado de la fuerza de desembarco. La bombardera Rayo abriría entonces fuego en la ciudad en ese momento con sus morteros. Al amanecer los navíos de línea se acercarían, preparados para bombardear la ciudad. A menos que los buques mercantes que se hayaran en el muelle y su carga y todo el tesoro o lingotes que se hubieran desembarcado en la ciudad fueran entregados, la ciudad sería destruida por el bombardeo.

El día 18 la tripulación se dedicó a la instrucción de armas cortas. El día 20 Troubridge se traslada al Theseus para recibir las últimas instrucciones y detalles de la operación. La fuerza de desembarco consistía de 200 hombres por cada navío de línea, 100 más por cada una de las fragatas, completada por 80 artilleros, es decir, unos 1.000 hombres. La maniobra de desembarco comprendería dos fases. En la primera se desembarcaría a unas dos millas al nordeste del muelle de Santa Cruz, en la playa de Valle Seco, para tomar en maniobra de envolvimiento el castillo de Paso Alto. En la segunda fase, si no se rendía la ciudad tras conquistar Paso Alto, se dirigirían al muelle, para ocupar desde allí la ciudad.

* Orden de Nelson a Troubridge:
Theseus, en alta mar, 20 de julio
Señor:
Deseo que toméis bajo vuestro mando el número de marineros e infantes de marina nombrados al margen (a), que estarán a las órdenes de los capitanes Hood, Miller, Fremantle, Bowen y Waller; y los infantes de marina bajo el cuidado del capitán Thomas Oldfield, y un destacamento de la artillería real mandada por el teniente Baynes, los cuales están ahora embarcados en las fragatas Seahorse, Terpsichore y Emerald. Con este destacamento os acercaréis a la plaza de Santa Cruz tanto como os sea posible, procurando no ser descubierto; y entonces embarcará a todos aquellos hombres que puedan transportar los botes y efectuará su desembarco en la parte nordeste de la bahía de Santa Cruz, próximo a una gran fortaleza. Desde el momento en que se encuentre en tierra, le recomiendo que primero asalte la batería; después de lo cual, una vez tomada, y asegurada su posición, procederá a asaltar la población y la batería de la cabeza del muelle, o enviará mi carta, como lo juzguéis más a propósito, que contiene una intimación de la cual le envío una copia; y los términos han de ser aceptados o rechazados en el plazo especificado, a menos que usted vea alguna buena causa para prorrogarlo, aunque no se alterará su sentido en lo más mínimo: y usted llevará a cabo cualesquiera otros medios que juzgue más oportunos para el pronto cumplimiento de mis órdenes, que son las de posesionarme de todos los cargamentos y tesoros que puedan estar desembarcados en la isla de Tenerife. Teniendo la más firme confianza en su habilidad, valentía y celo, así como en la de todos los que están bajo su mando, sólo me resta desearle de corazón que triunfe, y asegurarle que soy su más obediente y fiel servidor.
Horatio Nelson [Envío y traducción del original de Manuel García]

A continuación exponemos la carta intimidatoria que Nelson escribió y dio a Troubridge. No tiene desperdicio la educación de Nelson al comienzo de la misma. Hoy en día pudiera parecernos incluso de burla, pero era un lenguaje y unas costumbres de respeto y admiración muy usuales entre oficiales de alta graduación aún entre países en guerra:

* Comienzo del mensaje de intimidación a la plaza:
Theseus, 20 de Julio.
Tengo el honor de informarle que he venido a exigir la inmediata entrega del navío Príncipe de Asturias, procedente de Manila y con destino a Cádiz, perteneciente a la Compañía de Filipinas, junto a su entero y completo cargamento, y así mismo todos aquellos cargamentos y propiedades que hayan podido ser desembarcadas en la isla de Tenerife, y que no sean para el consumo de sus habitantes. Y, siendo mi ardiente deseo que ni uno sólo de los habitantes de la isla de Tenerife sufra como consecuencia de mi petición, ofrezco los términos más honrosos y liberales; que si son rechazados, los horrores de la guerra que recaerán sobre los habitantes de Tenerife deberán ser imputados por el mundo a vos, y a vos únicamente; pues destruiré Santa Cruz y las demás poblaciones de la isla por medio de un bombardeo, exigiendo una muy pesada contribución a la isla.
* Artículo 1°. Deberán entregarme los fuertes poniendo al momento a las fuerzas británicas en posesión de las puertas.
* Artículo 2°. La guarnición depondrá las armas, permitiéndose sin embargo a los oficiales que conserven sus espadas y aquélla, sin condición de ser prisionera de guerra, será transportada a España o quedará en la isla, siempre que su conducta agrade al oficial comandante.
* Artículo 3º. Con tal que se cumpla con el primer artículo de que me entreguen los cargamentos ya citados, no se exigirá a los habitantes ni la más pequeña contribución; al contrario, gozarán bajo mi protección de toda seguridad en sus personas y propiedades. [...]
* (H.Nelson) [Envío y traducción del original de Manuel García]

Entre el 21 y 22 de julio se pone en marcha el plan. Sin embargo, las fragatas con las corrientes fuertes inesperadas no pueden acercarse a menos de una milla de la costa y desde la ciudad se dio la alrma, perdiendo la sorpresa estratégica, aunque no la táctica, ya que no se sabía donde iban a desembarcar. No se pudo realizar un bombardeo naval, ya que los navíos no podían acercarse y las fragatas al estar armadas con cañones navales de tiro directo no podían hacer un fuego efectivo. Un gran fallo fue el contar sólo con una bombardera provista de morteros de tiro curvo por elevación. Ni siquiera contaban con obúses y sus afamadas carronadas no servían de nada en esta situación. Navegaban en dos formaciones de botes. Una compuesta por 23 lanchas y botes que se dirigían al barranco del Bufadero y la otra, con 16, se dirigía al centro de la ciudad. Pero las malas condiciones metereológicas y el alertamiento del enemigo hacen abortar el desembarco y se vuelven a los buques con alguna pérdida de lanchas que zozobraron.

A las 10 de la mañana del 22 las fragatas, remolcadas por sus botes, fondean en las proximidades del barranco del Bufadero y desembarcan 1.000 hombres, que pusieron pie en la playa de Valle Seco, a pesar del fuego de Paso Alto. El desembarco se realizó en condiciones penosas, algunos botes zozobraron en la oscuridad y debido al desconocimiento de la zona quedaron muy desperdigados, además la artillería de campaña a falta de caballería para su movilización tenía que ser transportada por los hombres, con el cansancio y lentitud que esto suponía. Las fuerzas defensoras enviadas previamente por Gutierrez en el risco de la Altura frena a los británicos, estas fuerzas estaban compuestas por unos 165 hombres escogidos de la guarnición. Gutiérrez ante la posibilidad de que desembarcaran más hombres mandó al jefe del batallón Canarias ir al pueblo cercano de La Laguna para conseguir más milicianos y que se dirigiera con ellos hacia el Valle Seco, cortando la posible progresión de los británicos. Así, con 30 hombres de su batallón y 50 civiles, ocuparon el mismo día 22, tras una rapidísima marcha, los objetivos previstos.

Durante todo el 23 hubo un intercambio de fuego de fusil y de cañón. Los británicos, atascados y sin posibilidad de progresar procedieron al reembarque, tras dar Nelson la señal desde el Theseus de retirada, con la pérdida de dos hombres. Las tres fragatas navegaron entonces por las proximidades del barranco Hondo y de la Candelaria tratando de desconcertar y atemorizar a los defensores. Pero lo cierto es que Gutiérrez, una vez más, se adelantó a las intenciones de Nelson y había dispuesto fuerzas en Santa Cruz, dejanto el castillo de Paso Alto sólo con 30 hombres, desplegando las fuerzas mejor adiestradas en el Castillo de San Cristóbal en el sudoeste, dejando al batallón de Canarias en reserva, para acudir donde se pusieran las cosas feas. Este ir y venir de tropas españolas hacía que pareciera que eran muchos más los defensores.

Tras las tentativas fracasadas Nelson se encontraba con una situación insólita en su carrera que debía resolver para salvar el honor de la Royal Navy. Para ello convocó a sus capitanes a una reunión el 23 y les dijo que, tras reconocer el fracaso de su plan inicial, que había decidido un asalto directo a Santa Cruz por la noche. Nelson había decidido atacar por el centro, yendo directamente al castillo central de San Cristóbal, donde se encontraba la mayoría de las tropas españolas. Nelson ordenó el ataque, conduciendo personalmente uno de los seis grupos de abordaje, los otros cinco eran mandados por los capitanes Troubridge, Miller, Hood, Waller y Thompson.

Nelson escribió a Jervis: "Tomaré el mando de todas las fuerzas destinadas a desembarcar bajo fuego de las baterías de la ciudad y mañana probablemente será coronada mi cabeza con laureles o con cipreses".

Desde luego Nelson se resistía a quedarse en su buque insignia como correspondería a su grado de contra almirante y comandante en jefe de la operación, y se exponía a un grave peligro que podía dejar sin mando a la fuerza de desembarco. Acto valiente, pero irresponsable, tal y como se vería más tarde.


Bombardeo del castillo de San Cristóbal antes de iniciar el desembarco y de escasa efectividad, ya que los disparos eran directos al utilizar los cañones navales, en vez de curvos como lo haría un mortero, pintura de Esteban Arriaga.

A las 10.30 de la noche del 24 de julio, los infantes de marina británicos y marineros se encontraban alrededor del navío Zealous donde formaron los seis grupos, con 700 hombres. Además de las lanchas les acompañaba el cúter Fox, con 180 hombres escogidos y 80 en una goleta canaria apresada varios días antes. Con remos envueltos en telas para no hacer mucho ruido comenzaron a avanzar las dos millas que los separaban de la playa. Lograron llegar hasta tiro de cañón de la costa (unos 300 metros) antes de ser descubiertos por la fragata española San José, que se encontraba fondeada a 500 metros del muelle, seguido por el castillo de Paso Alto. La batalla fue emprendida en 5 frentes, el principal, el área alrededor de la plaza de la Pila, la reguera de Santos, la playa de las Carnicerias, y el monasterio de Santo Domingo. Sin embargo los primeros que llegaron a las playas se habían equivocado y se habían despistado del resto de las tropas, además la mayoría de su munición estaba inservible por el oleaje y a parte perdieron sus escaleras de mano de escalar. El resto de los grupos se vio sorprendido por un sostenido fuego de las baterias españolas que abrieron fuego desde Paso Alto hasta el castillo de San Telmo con toda clase de proyectiles, metralla y fusileria de mosquete, que ocasionó el hundimiento del cutter Fox con la pérdida de 97 hombres. Según los propios atacantes parecía el mismo infierno. Algunos de los comandantes de las baterías de Paso Alto, San Miguel, San Antonio y San Pedro se disputaban la gloria del acierto de haber echado a pique al citado cúter. "El comandante del castillo de San Pedro, que estaba bajo su mando y que era el más inmediato al muelle, afirmó que fue el primero que avistó a la embarcación inglesa y que avisó a las demás fortalezas con un cañonazo que le disparó. Este dato es muy importante y probablemente exacto, porque nadie lo rectificó con posterioridad." (Juan Arencibia)

* [Al ser alertadas] las cuatro referidas baterías empezaron a un tiempo un fuego tan vivo y tan unido, que al momento el mar se tragó al cúter y por consiguiente las cuatro baterías fueron las que le echaron a pique, porque un solo cañonazo, dos, tres o cuatro de una batería, no lo habrían destruido con tanta prontitud. (Francisco de Tolosa. Capitán de los artilleros provinciales)


La víspera del ataque se abrió una tronera en el muro del castillo de San Cristóbal donde se colocó un cañón de 24 libras a baja altura, para dificultar el desembarco inglés en la playa que separaba este castillo del de San Pedro. Es posible que, como indica la tradición, se tratara del cañón Tigre, pero es un hecho indemostrable ya que eran numerosos los cañones que en fuego cruzado, intentaban impedir el acceso inglés a la playa y al muelle. Sin llegar a desembarcar Nelson fue herido en el codo derecho por fuego de metralla, ya que el infierno les caía del cielo, mientras que Richard Bowen, comandante de la Terpsichore, pierde la vida. Posteriormente, Nelson se enojaría con el Almirantazgo inglés, porque no se le hizo caso al solicitar un monumento o una placa conmemorativa en la Catedral de St. Paul de Lóndres en memoria de Bowen, ni siquiera una mención en el Parlamento, al hombre que había considerado como uno de los más prometedores oficiales británicos. El Almirantazgo le respondió que no se hacían homenajes a los que habían protagonizado un hecho desafortunado a las armas británicas. Con cosas así se comprende la "afición" inglesa de contar sólo las hazañas y no las derrotas.

Tras la muerte de Bowen sólo un pequeño grupo de británicos logra desembarcar y clavan unos cañones en el muelle "fue tan vivo y tan nutrido el fuego de mosquetería y metralla que nos hicieron desde la ciudadela, ventanas y azoteas de las casas circunvecinas, que no fue poible avanzar un paso más, y el suelo estaba sembrado de cadáveres nuestros". (parte de Nelson a Jervis, 27 de julio). Al final se rinden y más de medio centenar de hombres son tomados prisioneros.

El teniente Josiah Nisbet (el hijastro de Nelson) cogió a Nelson mientras caía herido en su bote. "Soy hombre muerto," murmuró mientras Josiah lo ponía tumbado en el bote, a continuación rasgó el pañuelo de seda negra de su propio cuello y la ató como torniquete alrededor del brazo herido. Josiah vio que la vida del almirante dependía de una vuelta inmediata al barco y al cirujano. Nelson rechazó ser subido a bordo de la fragata Seahorse que era el barco más cercano, debido a la señal de socorro que izaría su capitán Betsey Fremantle y que tendría consecuencias desastrosas para la moral de las tropas, así que la lancha continuó más lejos para encontrarse con el navío Theseus. Su brazo derecho colgaba inerme por un lado mientras que, con la izquierda se apoyaba para ir a bordo de la nave. "déjenme subir solo," el contralmirante gritó herido "tengo todavía mis piernas y un brazo útiles. Diga al cirujano que se de prisa en preparar sus instrumentos- sé que debo perder mi brazo derecho, así que cuanto antes mejor." Un acto valiente ante tan desastroso desembarco. El resto de su grupo encalla o desembarca en otras zonas donde son hostigados por los milicianos.



En la playa de las Carnicerias logran desembarcar 450 británicos pertenecientes a tres de los seis grupos, que se dirigen al centro de la ciudad bajo el intenso fuego. Intentan sin éxito tomar el fuerte de San Cristóbal por la retaguardia, a pesar de los contratiempos, y demostrando gran arrogancia, el capitán Troubridge envío un mensaje al general Gutiérrez para instarle a la rendición, que lógicamente fue rechazada categóricamente (estos mensajes del oficial británico eran seguramente para ganar algo de tiempo, para que a los posibles refuerzos les diera tiempo llegar hasta su posición). A continuación logran encerrase con 340 hombres supervivientes bajo el mando de Troubridge y Hood, en el convento dominico de La Consolación, pero eran sabedores que esta situación era insostenible, ya que los barcos de guerra británicos no podían acercarse para dar refuerzos a las tropas desembarcadas. El capitán británico contaba sólo con 80 infantes de marina, 80 lanceros y 180 marineros armados con mosquetes.

Los dos grupos restantes de británicos desembarcan en la playa de las Carnicerías y avanzaron por el barranco de los Santos. Sus ataques al principio tienen éxito, pero el batallón de Canarias ataca por el flanco junto con las partidas de Cuba y La Habana, empujándoles hasta la plaza de Santo Domingo, donde se unen a las fuerzas de Troubridge donde quedan completamente cercados.

El batallón de Canarias, previa orden, ocupa el muelle con el fin de cortar la retirada de Troubridge y la llegada de refuerzos. El regimiento de La Laguna se dirige al muelle en dos columnas, una por la retaguardia de la plaza de Santo Domingo, para evitar la progresión de los británicos al interior, y la otra columna siguiendo la línea de costa. Tanto las órdenes como los movimientos de los defensores fueron ejecutados con rapidez y eficacia.

Nelson intenta de madrugada reforzar a Troubridge enviando 15 botes hacia el muelle. Las baterías costeras hunden a tres, los demás viraron y regresaron a los buques. La batería del muelle, antes inutilizada ahora ya estaba de nuevo en servicio, lo que hacía imposible otro ataque.

El capitán Troubridge tras otro ridículo mensaje instando a la rendición y dándose cuenta de la triste realidad mandó a Hood a parlamentar con el gobernador. El general Gutiérrez ese día del 25 de julio tenía crisis asmática, a pesar de ello obligó al enemigo a negociar, lo que era en realidad una capitulación.

Estas eran las condiciones de la negociación.

* "Santa Cruz, 25 de julio de 1797
Las tropas &c. pertenecientes a S.M. Británica serán embarcadas con todas sus armas de toda especie, y llevarán sus botes si se han salvado; y se les franquearán los demás que se necesiten, en consideración de lo cual se obligan por su parte a que no molestarán el pueblo de modo alguno los navíos de la Escuadra Británica que están delante de él, ni a ninguna de las Islas en las Canarias, y los prisioneros se devolverán de ambas partes.
Dado bajo mi firma y sobre mi palabra de honor
Samuel Hood
Ratificado por
T.Troubridge, Comandante de las tropas Británicas."

Nelson, que siempre había distinguido a los hombres que se portaban de forma honorable en la guerra, escribiría a bordo de su navío una carta de agradecimiento al general Gutiérrez por el trato dado a sus hombres y que Troubridge entregó el día después cuando se disponía a recoger a los heridos británicos que estaban en los hospitales de la ciudad.

* "Theseus, en las afueras de Tenerife, 26 de julio de 1796 (error de fecha)
No puedo separarme de esta isla sin da a V.E. las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, y por la humanidad que ha manifestado con los heridos nuestros que estuvieron en su poder, o bajo su cuidado, y por la generosidad que tuvo con todos los que desembarcaron, lo que no dejaré de hacer presente a mi Soberano, y espero con el tiempo poder asegurar a V.E. personalmente cuanto soy de V.E. obediente humilde servidor
Horacio Nelson "

A lo que el general contestó:

* "Muy Señor mío, de mi maior atención: Con mucho gusto he recivido la muy apreciable de V.S. efecto de su generosidad y buen modo de pensar, pues de mi parte considero que ningún lauro merece el hombre que sólo cumple con lo que la humanidad le dicta, y a esto se reduce lo que yo he hecho para con los heridos y para los que desembarcaron, a quienes devo de considerar como hermanos desde el instante que concluió el Combate. Si en el estado a que ha conducido a V.S. la siempre incierta suerte de la Guerra, pudiese yo, o qualquiera de los efectos que esta Ysla produce, serle de alguna utilidad o alivio, ésta sería para mí una verdadera complacencia, y espero admitirá V.S. un par de limetones de vino, que creo no sea de lo peor que produce. Seráme de mucha satisfacción tratar personalmente quando las circunstancias lo permitan, a sugeto de tan dignas y recomendables prendas como V.S. manifiesta; y entre tanto ruego a Dios guarde su vida por largos y felices años.
Santa Cruz de Tenerife 27 de julio de 1797
B.L.M. de V.S. su más seguro atento servidor.
Dn. Antonio Gutiérrez"

Nelson también se comprometió a llevar la noticia de la victoria a la Peninsula. Al contrario que el enemigo los españoles no tuvieron excesivas bajas, con 30 muertos y 40 heridos solamente, sufriendo los británicos 177 muertos por ahogamiento (debido al hundimiento del Fox y las numerosas lanchas hundidas por fuego o por zozobrar), 51 muertos en combate, 5 desaparecidos y 128 heridos. Del total de las bajas tuvieron 7 oficiales muertos y 5 más heridos). Como hemos indicado anteriormente Nelson fue uno de los oficiales heridos. Además hubo bastantes prisioneros que fueron devueltos a sus barcos. En España se tomó como un desquite por la derrota en San Vicente seis meses atrás, y desde luego para los británicos fueron unas pérdidas mucho más cuantiosas (y por número de oficiales de alto rango muertos y heridos) que en dicha batalla sufrieron.


Bajas oficiales que sufrieron los ingleses en el asalto del 25 de julio de 1797 BuquesMuertosHeridosAhogadosDesaparecidosTheseus
12

25
34
-

Culloden
3

18
36
-

Zealous
5

21
-
-

Leander
6

5
-
1

Seahorse
2

31
-
-

Terpsichore
8

11
-
4

Fox (hundida)
-

-
97
-

Emerald
8

12
10
-

Total
44

123
177
5
Oficiales muertos:
- Richard Bowen. Comandante de la Terpsichore
- George Thorpe. Oficial de la Terpsichore
- John Weterhead. Oficial del Theseus
- William Earnshaw. Oficial del Leander
- Robinson. Oficial del Leander
- Baisham. Oficial de la Emerald
- Gibson. Oficial Comandante del Fox

Oficiales heridos:
- Horatio Nelson. Contraalmirante. Comandante en Jefe.
- Thompson. Comandante del Leander
- Freemantle. Comandante de la Seahorse
- George Douglas. Oficial de la Seahorse
- Guardamarina Watts, del Zealous Bajas mortales de las fuerzas españolas de Tenerife - Don Juan Bautista de Castro. Teniente Coronel del Regimiento de La Laguna
- Don Rafael Fernández. Subteniente del Batallón Canarias
- Antonio Miguel González. Soldado del Batallón Canarias
- Manuel Fernández. Ídem
- Luis Nuñez. Ídem
- Antonio Delgado Sosa. Miliciano
- José Benito. Ídem
- Juan Pacheco. Ídem
- Bernardo García. Ídem
- Dionisio González. Ídem
- Domingo de León Padilla. Ídem
- Felipe Guerra. Ídem
- José Pérez. Ídem
- Don Carlos Rooney. Paisano
- Don Agustín Quevedo. Ídem
- Don Antonio Espinosa. Ídem
- Don Domingo A. Pérez. Ídem
- Don José M. Calero. Ídem
- Don Juan de Regla. Ídem
- Don Juan Amarilis. Ídem
- Pablo Duaure. Auxiliar. Natural de Francia
- Juan Chibeau. Ídem. Ídem
El reembarco de los británicos se hizo con dificultad, ya que habían perdido muchas lanchas y botes en los ataques y tuvieron que ayudarlos con botes y dos bergantines españoles. El general dejó reembarcar a los enemigos con sus armas y con honores de guerra, cuando debieron haberlas rendido y quedado prisioneros. Bien es verdad que con las inexpertas, indisciplinadas e inermes milicias, poco a casi nada se podía hacer, por lo cual don Antonio redactó un bando donde reconoce las indisciplinas y el poco espíritu militar de estas tropas y enmienda los fallos encontrados en las unidades de combatientes que intervienen en la defensa de la plaza de Santa Cruz de Tenerife aquel día 25 de julio de 1797.

* Informe de de Troubridge a Nelson:
Culloden, 25 de Julio.
Señor:
Debido a la oscuridad de la noche no encontré inmediatamente el Muelle, el punto señalado para el desembarco, pero avancé hacia la costa bajo la batería del enemigo, cerca del sur de la ciudadela; el capitán Waller desembarcó al mismo tiempo y otros dos o tres botes. El oleaje era tan grande que muchos retrocedieron; los botes se llenaban de agua en un instante y se estrellaban contra las rocas, mojándose la mayor parte de las municiones guardadas en los saquitos. Tan pronto como hube reunido unos pocos hombres avancé inmediatamente con el capitán Waller hacia la plaza, el lugar de reunión, esperando encontrarnos allí con usted y el resto de la gente; y aguardé cerca de una hora, tiempo durante el cual envié un sargento con dos señores del pueblo a intimidar a la ciudadela. Sospecho que mataron al sargento en su encargo ya que no he oído nada de él desde entonces. Perdidas todas las escalas de asalto en la resaca, o sin ser posible encontrarlas, no se pudo hacer ningún asalto a la ciudadela; por ello, marché a reunirme con los capitanes Hood y Miller, de quienes había sabido que hicieron bueno su desembarco, con una porción de hombres, al S.O. del lugar donde yo lo había realizado. Traté entonces de adquirir alguna noticia de Vos y del resto de los oficiales, pero sin éxito.
  • Al amanecer habíamos reunido cerca de ochenta soldados de infantería de marina) ochenta marineros armados de picas y ciento ochenta marineros; estos supe que eran todos los que quedaban vivos que habían hecho un buen desembarco; con es tas fuerzas, habiéndome procurado algunas municiones de los prisioneros españoles que habíamos hecho, estábamos marchando para ver qué se podía hacer con la ciudadela sin escalas de asalto; y encontramos todas las calles defendidas por piezas de campaña, y más de 8000 españoles y 100 franceses armados acercándose por todas las avenidas. Como todos los botes estaban destrozados, y no vi la posibilidad de obtener más hombres en tierra, con las municiones mojadas y sin provisiones, envié al capitán Hood con bandera parlamentaria al Gobernador para decirle que estaba preparado para incendiar el pueblo, lo que llevaría a efecto inmediatamente si se acercaba una pulgada más; y al mismo tiempo deseé que el capitán Hood dijera que esto sería realizado con pesar ya que no deseaba dañar a los habitantes; que si aceptaba mis términos, yo estaba dispuesto a parlamentar; a lo que accedió. Tengo el honor de enviarle una copia de ellos por medio del capitán Waller, que espero concuerde con su aprobación, y parecen sumamente honrosos. Debido al pequeño número de hombres, compuesto en su mayor parte de marineros armados de picas y fusiles, que sólo pueden llamarse irregulares, con muy poca munición en los saquitos pero que se había mojado en el oleaje al desembarcar, no podía esperar tener éxito en ningún intento contra el enemigo, cuya fuerza superior ya he mencionado anteriormente. Los Oficiales Españoles me aseguraron que nos esperaban y que estaban perfectamente preparados, con todas las baterías y el número ya citado de hombres sobre las armas. Esto, unido a la gran desventaja de una costa peñascosa, a un fuerte oleaje y el hacer frente a cuarenta cañones, mostrará, aunque no tuvimos éxito, de lo que es capaz un Inglés. Tengo el placer de informaros que a nuestro regreso marchamos a través del pueblo con los colores británicos ondeando delante de nosotros.
    * P.D. También me permito deciros que, una vez firmados y ratificados los términos, el Gobernador nos obsequió del modo más generoso con una gran cantidad de vino, pan, etc., para refrescar a la gente, dándonos toda muestra de atención en su poder.
    Thomas Troubridge [Envío y traducción del original de Manuel García]

    En las condiciones de la negociación los ingleses se preocuparon de que no constara en ningún lado la palabra rendición o capitulación, cuando fue así, por mucho que se dijera, y es ahí donde se aferran los británicos cuando dicen que en esta batalla Nelson no se rindió, aunque nunca han ocultado que fue una jornada trágica para su marina. Lo digan como lo digan fue una derrota sin paliativos, por número de hombres muertos y heridos, daños en lanchas y buques y porque, principalmente, no consiguieron su objetivo de adueñarse de la ciudad.

    En la tarde del 26 los buques británicos rindieron honores fúnebres, con 25 cañonazos y arriado de sus banderas, en memoria del malogrado capitán de fragata Bowen, comandante de la fragata Terpsichore, muerto el día anterior. La fragata Emerald entregó en Cádiz, tal y como había prometido Nelson, el parte de la victoria española.

    El general Gutiérrez había demostrado una gran intuición militar al frustrar todos los intentos de desembarco, anticipándose a los movimientos de los británicos; aprovechó el terreno y explotó al máximo las posibilidades de sus fuerzas, siendo sus órdenes acatadas con precisión. Se le unió la buena movilidad de las tropas de élite y de los artilleros que habían logrado hundir muchas lanchas y un cúter.

    Su Majestad el Rey Carlos IV asciende a Gutiérrez, confiriéndole además la Encomienda de Esparragal en la orden de Alcántara. Su salud empeora y poco antes de las cuatro de la madrugada del día 22 de abril de 1799 fue llamado el médico de cabecera que le diagnosticó perlesía (parálisis en el brazo y en la pierna). Murió el 14 de mayo de ese mismo año y fue sepultado en la capilla del Apóstol Santiago de la parroquia de la Concepción de Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

    Nelson había realizado una desastrosa acción. Sin quitarle el valor a este marino, actuó de una manera tan audaz como mal concebido los planes. Gran estratega en operaciones de navegación de cabotaje había demostrado que en las operaciones fuera de los buques fallaba estrepitósamente, como le pasó también en Cádiz y en Brest. La confianza de Nelson en sí mismo y, sobre todo, la minusvaloración de los defensores, fueron el principal motivo de su derrota. Según declaraciones hechas por Troubridge se desconocían las playas, la hidrografía y la metereología de la zona. El estado de la mar supuso la dispersión y el hundimiento de algunas lanchas. El bombardeo naval fue ineficaz como hemos expresado anteriormente, ya que sólo había una bombarda armada con morteros, única arma capaz de hacer daño a las defensas, por tanto el número de efectivos era insuficiente para tamaña empresa. Desembarcaron 1.000 hombres contra 1.600, pero Nelson creía incluso que los españoles eran 8.000, debido a la gran movilidad que estos tuvieron y parecía que había más defensores, lo que hacía del ataque aun más temerario. Un duro golpe al ego de Nelson y a su arrogancia.

    * Informe oficial de Nelson a Jervis:
    Theseus, 28 de julio, frente a Santa Cruz
    Señor,
    En obediencia a sus órdenes de hacer un vigoroso asalto al pueblo de Santa Cruz en la isla de Tenerife, envié desde los diferentes barcos bajo mi mando 1000 hombres, que incluían a los infantes de marina, para que se prepararan para desembarcar bajo la dirección del capitán Troubridge del navío Culloden, y los capitanes Hood, Thompson, Fremantle, Bowen, Miller y Waller, quienes ofrecieron voluntaria y muy amablemente sus servicios; y aunque estoy bajo la dolorosa necesidad de informarle que no nos ha sido posible tener éxito en nuestro asalto, es mi deber afirmar que creo que nunca mayor osada intrepidez se mostró por los capitanes, oficiales y hombres que usted hizo el honor de colocar bajo mi mando; y el informe que le envío adjunto, espero le convencerá de que mis disposiciones, humildes como son, han sido ejercidas en la ocasión presente. Adjunto le envío también una lista de los fallecidos y heridos, y entre los primeros, con e más profundo dolor, tengo que colocar el nombre del capitán Richard Bowen, del navío Terpsíchore, el oficial más emprendedor, competente y valiente que haya servido en la marina de su Majestad; y con mucha pena tengo que mencionar la pérdida del teniente John Gibson, comandante del cúter Fox, y de un gran número de valientes oficiales y hombres.
    (H.Nelson) [Envío y traducción del original de Manuel García]


    El Teniente Josiah Nisbet, el hijastro de Nelson, está de pie detrás de él y salva su vida al practicarle un torquinete que evita la pérdida de sangre. Detrás de él y a la izquierda hay dos tenientes más. También en la barcaza y a la derecha del grupo se encuentra un tercer teniente que agarra el bote, con dos marineros detrás de él. En el primer plano izquierdo que está de pie en el agua es el Capitán Thompson, junto con otro teniente. Cuadro del National Maritime Museum, London, Greenwich Hospital Collection. Por Richard Westall.

    Los Castillos de Santa Cruz


    Cuando Nelson atac ó éstos eran, de norte a sur, los castillos y reductos fortificados: Torre de San Andrés, castillo de Paso Alto, fuerte de San Miguel (en la desembocadura del barranco de Tahodio), baterías de Santa Teresa (en la margen derecha del barranco), Candelaria, Santiago, San Rafael, Pilar, San Antonio y Santa Isabel (todas en las inmediaciones del actual solar que ocupa el acuartelamiento de Almeida), fuerte de San Pedro, baterías de la Rosa (junto a la Alameda), del Muelle y de Santo Domingo (junto al castillo de San Cristóbal), Castillo Principal o de San Cristóbal, baterías de la Concepción (donde está el edificio del Cabildo), de San Telmo (margen derecha del barranco de Santos) y de San Francisco (en la Caleta de Negros), castillo de San Juan y baterías de las Cruces y Barranco Hondo (en Puerto Caballos). Estos castillos y reductos fortificados armados con casi un centenar de cañones y una docena de morteros, estaban unidos por una muralla y hacían de Santa Cruz una plaza prácticamente inexpugnable. Nunca pudo ser ocupada por los enemigos de España.



    Según cuenta la tradición desde el mismo día de la batalla, 25 de julio de 1797, el disparo que hirió al gran almirante británico fue hecho con el cañón llamado "Tigre". A los artilleros les gustaba siempre poner nombre a sus cañones. En el siglo XVIII, este nombre estaba incluso grabado en el bronce de cada uno de ellos. "Tigre" era un cañón que había sido fundido en Sevilla en el año 1768. Hoy en día todavía se puede ver en el Museo Regional Militar de Canarias en Tenerife.


    Título y privilegios


    Este triunfo dio pie a los regidores para solicitar título y méritos, y tal fue así que, de hecho, una vez se retiraron los navíos británicos de la bahía de Santa Cruz, confirmando el fracaso de su expedición, las autoridades pensaron en hacer valer sus merecimientos ante el monarca y, también, su gratitud al cielo que los había protegido.

    La acción de gracias fue motivo de una manifestación colectiva, encabezada por el ayuntamiento, que se celebró el 29 de julio de 1797 y en donde se aclamó a los santos patronos, completándose el nombre del lugar que, a partir de entonces, se llamaría Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

    Lo cierto es que el ayuntamiento, no sin recelos, acabó pidiendo a la Corona, con mucha discreción, tres cosas como si fueran una sola: el título y privilegio de Villa, la calificación de muy Noble e Invicta Villa, Puerto y Plaza, y la modificación de su nombre.

    Contrariamente a lo que era norma habitual en estos casos, los trámites se resolvieron con cierta rapidez y el 21 de noviembre de 1797 se firmó el decreto real por el que se concedía a Santa Cruz el título de villa y el privilegio de villazgo.

    Con la llegada de la noticia, el ayuntamiento resolvió que se vivieran tres noches de luminarias, con tambor y repique de campanas, y aunque la expedición del título original se hizo esperar y se extravió el expediente, al cabo de tres años todo quedó arreglado.
    (Extraído de: http://www.mgar.net/docs/gutierre.htm)

    El puerto de Santa Cruz de Tenerife, sufrió a lo largo de su historia tres ataques navales llevados a cabo por las fuerzas inglesas, representados en su escudo en la forma de tres cabezas de león, animal heráldico de Inglaterra:

    * El ataque de 1657: durante la guerra anglo-española que enfrentó a la commonwealth inglesa dirigida por Oliver Cromwell contra España bajo el reinado de Felipe IV, la armada inglesa de Robert Blake y Richard Stayner penetró en el puerto y destruyó la flota de Indias de Diego de Egües;

    * El ataque de 1706: en el transcurso de la guerra de sucesión española que siguió a la muerte sin herederos de Carlos II, el vicealmirante John Jennings intimó a las autoridades españolas a sumarse al bando austracista. El corregidor José de Ayala y Rojas organizó la defensa contra la flota británica, que se retiró de su posición frente a la ciudad;

    * El ataque de 1797: La flota británica comandada por el almirante Horatio Nelson fue rechazada tres veces por las fuerzas dirigidas por el general Antonio Gutiérrez de Otero, en el marco de las guerras revolucionarias francesas.




    El cabo Correa Corbalán


    Como consecuencia de la sonada victoria de las tropas espa ñolas sobre los hombres desembarcados por el contraalmirante Nelson en Tenerife, el general Antonio Gutiérrez elevó a las altas instancias españolas una petición de recompensas para los más destacados en la jornada del 25 de julio de 1797. Como era de suponer incluía a los mandos más significados, a los que se proponía para el empleo inmediato superior. En la relación estaban los jefes y oficiales, Salcedo, Marquelli, Estranio, Guinther, Greagh, Prat, Rosique, Siera, etcétera. Todo normal. Era una petición de ascenso generalizado en la que a todos se daban los mismos méritos, lo que al final resultó inefectivo, porque no hubo ascensos.

    Hubo una excepción, porque al incluirlo en la relación se especificaron sus méritos pormenorizados. El general Gutiérrez hizo una mención especial del cabo del Regimiento de Güímar Diego Correa, a quien proponía para el ascenso al grado de subteniente. Era un buen salto. ¿Cuáles fueron sus méritos?

    Pues Correa estaba de servicio en la batería de La Concepción. Desde su puesto vio que la madrugada del 25 de julio zozobraban unos botes ingleses cuando intentaban acercarse a la costa. Correa arengó a un puñado de soldados y se lanzó sobre los ingleses que intentaban alcanzar la playa. Combatió contra ellos y capturó 17 a los que llevó prisioneros al castillo de San Cristóbal ante la sorpresa general. Además se apoderó de sus armas, entre otras un cañoncito de campaña.

    Correa, nacido en La Laguna en 1772, fue un aventurero. Se casó a los 19 años con Pilar Bottino, hija de un comerciante genovés afincado en La Laguna. En 1803 le llegó el ascenso a subteniente. Después de ejercer de guarda mayor de montes durante un año, embarcó con el grado de capitán a Cádiz en 1808. En 1910 aparece en Estados Unidos, más tarde en La Habana, en Gibraltar, en Madrid... En 1836 fue nombrado Intendente en Filipinas, donde murió en 1843.

    El escudo de armas de Santa Cruz tiene tres cabezas cortadas de león, el animal heráldico de Inglaterra. Los británicos han parecido tener una especial inclinación en conquistar la isla. Por eso, las tres cabezas de león recuerdan las tres victorias alcanzadas contra estos: Blake (1657), Jennings (1706) y Nelson (1797). De las tres, la más importante fue la última. A raíz de esta victoria, el rey Carlos IV otorgó a Santa Cruz la categoría de Villa, sus títulos honoríficos, su escudo de armas y su constitución como municipio.

  • martes, 17 de agosto de 2010

    Las Cruzadas


    LA PRIMERA CRUZADA

    * Al Papa Gregorio VII se debe la idea de que los países cristianos se unieran para luchar contra el común enemigo religioso que era el Islam.

    * El Papa Urbano II (1088-1099) fue quien la puso en práctica. En 1095, la invitación a la lucha contra los turcos arribaría en embajadas francesas e inglesas a las cortes de las naciones europeas medievales más importantes: Francia, Inglaterra, Alemania y Hungría (Hungría no se unirá a las primeras cruzadas por guardar el luto de 3 años del recientemente fallecido rey San Ladislao I de Hungría (1046-1095), quien antes de morir habría aceptado participar en la campaña de Urbano II). El llamamiento formal de Urbano II se sucedió en el penúltimo día del Concilio de Clermont (Francia), jueves 27 de noviembre de 1095, proclamó, al grito de '"Dieu lo volti"'(¡Dios lo quiere!), la denominada primera cruzada (1096-1099).

    El paso de los cruzados por el Reino de Hungría

    La predicación de Urbano II puso en marcha en primer lugar a multitud de gente humilde, dirigida por el predicador Pedro de Amiens el Ermitaño y algunos caballeros franceses. Este grupo formó la llamada Cruzada popular, de los pobres o Cruzada de Pedro el Ermitaño. De forma desorganizada se dirigieron hacia Oriente, provocando matanzas de judíos a su paso. En marzo de 1096 los ejércitos del rey Colomán de Hungría (sobrino del recientemente fallecido rey San Ladislao I de Hungría) repelirían a los caballeros franceses de Valter Gauthier quienes entraron en territorio húngaro causando numerosos robos y matanzas en las cercanías de la ciudad de Zimony. Posteriormente entraría el ejército de Pedro de Amiens, el cual sería escoltado por las fuerzas húngaras de Colomán. Sin embargo, luego de que los cruzados de Amiens atacásen a los soldados escoltas y matásen a cerca de 4000 húngaros, los ejércitos del rey Colomán fijarían una posición hostil contra los cruzados que atravesaban el reino vía Bizancio.

    A pesar del caos surgido, Colomán permitió la entrada a los ejércitos cruzados de Volkmar y Gottschalk, a quienes eventualmente también tuvo que enfrentar y derrotar cerca de Nitra y Zimony, luego de que igual que los otros grupos causasen incalculables estragos y asesinatos. En el caso particular del sacerdote alemán Gottschalk, éste entró en suelo húngaro sin autorización del rey y estableció un campamento en las cercanias del asentamiento de Táplány, luego de masacrar a la población local, lo que generó la ira de Colomán, y causó la expulsión por medio de la fuerza de los soldados germánicos "invasores".

    Luego de esto, los húngaros dentendrían las fuerzas del Conde Emiko (quien ya había asesinado en suelo alemán a cerca de 4000 judíos) cerca de la ciudad de Moson. Colomán de inmediato prohibió la estadia en Hungría de Emiko y se vio forzado entonces a enfrentar el asedio del conde germánico a la ciudad de Moson, donde se hallaba el rey húngaro. Las fuerzas de Colomán defendieron valientemente la ciudad y rompiendo el sitio lograron dispersar las fuerzas cruzadas del conde germánico.

    Al poco tiempo, el rey húngaro forzó a Godofredo de Bouillón a firmar un tratado en la Abadía de Pannonhalma, donde los cruzados se comprometían a pasar por el territorio húngaro con un buen comportamiento. Tras esto, las fuerzas continuarían fuera de territorios húngaro escoltadas por los ejércitos de Colomán y continuarían hacia Constantinopla. A su llegada a Bizancio, el Basileus se apresuró a enviarlos al otro lado del Bósforo. Despreocupadamente se internaron en territorio turco, donde fueron aniquilados fácilmente.
    [editar] La Cruzada de los Príncipes

    Mucho más organizada fue la llamada Cruzada de los Príncipes (denominada habitualmente en la historiografía como la Primera Cruzada) cerca de agosto de 1096, formada por una serie de contingentes armados procedentes principalmente de Francia, Países Bajos y el reino normando de Sicilia. Estos grupos iban dirigidos por segundones de la nobleza, como Godofredo de Bouillón, Raimundo de Tolosa y Bohemundo de Tarento.

    Durante su estancia en Constantinopla, estos jefes juraron devolver al Imperio Bizantino aquellos territorios perdidos por éste frente a los turcos. Desde Bizancio se dirigieron hacia Siria atravesando el territorio selyúcida, donde consiguieron una serie de sorprendentes victorias. Ya en Siria, pusieron sitio a Antioquía, que conquistaron tras un asedio de siete meses. Sin embargo, no la devolvieron al Imperio Bizantino, sino que Bohemundo la retuvo para sí formando el Principado de Antioquía.

    Desde Antioquía se dirigieron hacia Jerusalén, conquistando algunas plazas por el camino y sorteando otras. En junio de 1099 sitiaron la capital, que cayó en manos de los cruzados el 15 de julio de 1099. En la conquista, los cruzados realizaron una terrible matanza, que no respetó a judíos ni a musulmanes, mujeres o niños.

    Con esta conquista finalizó la Primera Cruzada, y muchos cruzados retornaron a sus países de origen. El resto se quedó para consolidar los territorios recién conquistados. Junto al Reino de Jerusalén (dirigido inicialmente por Godofredo de Bouillón, que tomó el título de Defensor del Santo Sepulcro) y al principado de Antioquía, se crearon además los condados de Edesa (actual Urfa, en Turquía) y Trípoli (en el actual Líbano).

    Tras estos éxitos iniciales se produjo una nueva oleada de cruzados, que formaron la llamada cruzada de 1101. Sin embargo, esta expedición, dividida en tres grupos, fue derrotada por los turcos mientras atravesaban Anatolia. Este percance apagó los espíritus cruzados durante algunos años.



    SEGUNDA CRUZADA

    Gracias a la división de los Estados musulmanes, los Estados latinos (o francos, como eran conocidos por los árabes), consiguieron establecerse y sobrevivir. Los dos primeros reyes de Jerusalén, Balduino I y Balduino II fueron gobernantes capaces que extendieron el reino a toda la tierra entre el Mediterráneo y el Jordán, e incluso más allá. Rápidamente se integraron en el cambiante sistema de alianzas locales y así pudieron verse enfrentamientos entre la alianza de un Estado cristiano con uno musulmán contra la alianza de otro Estado cristiano con otro Estado musulmán.

    Sin embargo, a medida que el espíritu de cruzada iba decayendo entre los francos, cada vez más cómodos en su nuevo estilo de vida orientalizante, entre los musulmanes iba creciendo el espíritu de jihad o Guerra Santa, principalmente entre la población, movilizada por los predicadores contra sus impíos gobernantes, capaces de tolerar la presencia cristiana en Jerusalén e incluso de aliarse con sus reyes. Este sentimiento fue explotado por una serie de caudillos que consiguieron unificar los distintos Estados musulmanes y lanzarse a la conquista de los reinos cristianos.

    El primero de estos fue Zengi, gobernador de Mosul y de Alepo, que en 1144 conquistó Edesa, liquidando el primero de los Estados francos. Como respuesta a esta conquista, que puso de manifiesto la debilidad de los Estados cruzados, el Papa Eugenio III, a través de Bernardo, abad de Claraval (famoso predicador, autor asimismo de la regla de los templarios) predicó en diciembre de 1145 la Segunda Cruzada.

    A diferencia de la primera, en esta participaron reyes de la cristiandad, encabezados por Luis VII de Francia (acompañado de su esposa, Leonor de Aquitania) y por el emperador germánico Conrado III. Los desacuerdos entre franceses y alemanes, así como con los bizantinos, fueron constantes en toda la expedición. Cuando ambos reyes llegaron a Tierra Santa (por separado) decidieron que Edesa era un objetivo poco importante y marcharon hacia Jerusalén. Desde allí, para desesperación del rey Balduino III, en lugar de enfrentarse a Nur al-Din (hijo y sucesor de Zengi), eligieron atacar Damasco, estado independiente y aliado del rey de Jerusalén. La expedición fue un fracaso, ya que tras sólo una semana de asedio infructuoso, los ejércitos cruzados se retiraron y volvieron a sus patrias. Con este ataque inútil consiguieron que Damasco cayera en manos de Nur al-Din, que progresivamente iba cercando los Estados francos. Más tarde, el ataque por parte de Balduino II a Egipto iba a provocar la intervención de Nur al-Din en la frontera sur del reino de Jerusalén, preparando el camino para el fin del reino y la convocatoria de la Tercera Cruzada.




    TERCERA CRUZADA

    Las intromisiones del Reino de Jerusalén en el decadente califato fatimí de Egipto llevaron al sultán Nur al-Din a mandar a su lugarteniente Saladino a hacerse cargo de la situación. No hizo falta mucho tiempo para que Saladino se convirtiera en el amo de Egipto, aunque hasta la muerte de Nur al-Din en 1174 respetó la soberanía de éste. Pero tras su muerte, Saladino se proclamó sultán de Egipto (a pesar de que había un heredero al trono de Nur al-Din, su hijo de sólo 12 años y quien a la postre resultó envenenado) y de Siria, dando comienzo la dinastía ayyubí. Saladino era un hombre sabio y logró la absoluta unión de las facciones musulmanas, así como el control político y militar desde Egipto hasta Siria.

    Como Nur al-Din, Saladino era un musulmán devoto y decidido a expulsar a los cruzados de Tierra Santa. El Reino de Jerusalén, regido por el Rey Leproso, Balduino IV de Jerusalén, y rodeado ya por un sólo Estado, se vio obligado a firmar frágiles treguas seguidas por escaramuzas, tratando de retrasar el inevitable final.

    Tras la muerte del rey Balduino IV de Jerusalén, el Estado se dividió en distintas facciones, pacifistas o belicosas, y pasó a convertirse en rey, debido al enlace matrimonial que mantenía con la hermana del fallecido patriarca, el general en jefe del ejército unido de Jerusalén: Guy de Lusignan. El mismo apoyaba una política agresiva y de no negociación con los sarracenos y abogaba por su sometimiento y derrota en combate, cosa a la que sus detractores se oponían habida cuenta de la inferioridad numérica que los cristianos tenían ante las tropas de Saladino. La radicalidad religiosa y el apoyo al brazo más radical de la orden de los Templarios en sus ataques a diversas localidades y estructuras sarracenas desembocarían en un enfrentamiento final entre Guy de Lusignan y el propio Saladino. De hecho, se hace culpable a Guy de lusignan de la derrota y pérdida de Jerusalén por su obsesión en enfrentarse al ejército de Saladino y su falta de visión para la protección de la ciudad y de sus habitantes.
    Krak de los Caballeros. Esta fortaleza, considerada inexpugnable, controlaba el paso del interior de Siria a la costa y estuvo bajo el mando de los Caballeros Hospitalarios hasta 1271, cuando perdidos los territorios cristianos, se les permitió la salida de sus caballeros a Chipre.

    Reinaldo de Châtillon era un bandido con título de caballero que no se consideraba atado por las treguas firmadas. Saqueaba las caravanas e incluso armó expediciones de piratas para atacar a los barcos de peregrinos que iban a La Meca, ciudad muy importante para los musulmanes. El ataque definitivo fue contra una caravana en la que iba la hermana de Saladino, que juró matarlo con sus propias manos.

    Declarada la guerra, el grueso del ejército cruzado, junto con los Templarios y los Hospitalarios, se enfrentó a las tropas de Saladino en los Cuernos de Hattin el 4 de julio de 1187. Los ejércitos cristianos fueron derrotados, dejando el reino indefenso y perdiendo uno de los fragmentos de la Vera Cruz. Saladino mató con sus propias manos a Reinaldo de Châtillon. Algunos de los caballeros Templarios y Hospitalarios capturados fueron también ejecutados. Saladino procedió a ocupar la mayor parte del reino, salvo las plazas costeras, abastecidas desde el mar, y en octubre del mismo año conquistó Jerusalén. Comparada con la toma de 1099, esta fue casi incruenta, aunque sus habitantes debieron pagar un considerable rescate y algunos fueron esclavizados. El reino de Jerusalén había desaparecido.

    La toma de Jerusalén conmocionó a Europa y el papa Gregorio VIII convocó una nueva cruzada en 1189. En esta participaron reyes de los más importantes de la cristiandad: Ricardo Corazón de León (hijo de Enrique II y de Leonor de Aquitania), Felipe II Augusto de Francia y el emperador Federico I Barbarroja (sobrino de Conrado III). Éste último, al mando del grupo más poderoso, siguió la ruta terrestre, en la que sufrió algunas bajas. Cerca de Siria, sin embargo, el emperador murió ahogado mientras se bañaba en el río Salef (en la actual Turquía) y su ejército ya no continuó hacia Palestina. Barbaroja durante su estadía en el Reino de Hungría le había pedido al príncipe Géza, hermano del rey Béla III de Hungría que se uniése a las fuerzas cruzadas, así, un ejército de 2.000 soldados húngaros partió al lado de los germánicos. Si bien luego de los conflictos bélicos el rey húngaro habría llamado de regreso a sus fuerzas, su hermano menor, Géza, permaneció en Constantinopla y desposó a una noble bizantina, puesto que no tenía buenas relaciones con Béla III.

    Los ejércitos inglés y francés llegaron por la ruta marítima. Su primer (y único) éxito fue la toma de Acre el 13 de julio de 1191, tras la cual Ricardo realizó una matanza de varios miles de prisioneros. Esta matanza militarmente le dio oxígeno para seguir hacia el sur a su meta final: Jerusalén, y además le valió el nombre por el que sería reconocido en la historia, Corazón de León.

    Felipe II Augusto estaba preocupado por los problemas en su país y molesto por las rivalidades con Ricardo, por lo que regresó a Francia, dejando a Ricardo al mando de la cruzada. Este llegó hasta las proximidades de Jerusalén, pero en lugar de atacar prefirió firmar una tregua con Saladino, temiendo que su ejército diezmado de 12.000 hombres no fuera capaz de sostener el sitio de Jerusalén. Pensando en una próxima cruzada y en no arriesgar militarmente una derrota que no le daría a los cristianos la posibilidad del control posterior de la Ciudad Santa, pactaron con el mismo Saladino, quien también estaba cansado y diezmado, la tregua que permitía el libre acceso de los peregrinos desarmados a la Ciudad Santa.

    Saladino falleció seis meses después. Ricardo murió en 1199 por una flecha a su regreso a Europa. De esta forma, se cerraba la Tercera Cruzada con un nuevo fracaso para los dos bandos, dejando sin esperanzas a los Estados francos. Era cuestión de tiempo para que desapareciera la estrecha franja litoral que controlaban. Sin embargo, resistieron aún un siglo más.



    CUARTA CRUZADA

    Tras la tregua firmada en la Tercera Cruzada y la muerte de Saladino en 1193, se sucedieron algunos años de relativa paz, en los que los Estados francos del litoral se convirtieron en poco más que colonias comerciales italianas. En 1199, el Papa Inocencio III decidió convocar una nueva cruzada para aliviar la situación de los Estados cruzados. Esta Cuarta Cruzada no debería incluir reyes e ir dirigida contra Egipto, considerado el punto más débil de los estados musulmanes.

    Al no ser ya posible la ruta terrestre, los cruzados debían tomar la ruta marítima, por lo que se concentraron en Venecia. El dux Enrico Dandolo se coaligó con el jefe de la expedición Bonifacio de Montferrato y con un usurpador bizantino, Alejo IV Ángelo para cambiar el destino de la cruzada y dirigirla contra Constantinopla, al estar los tres interesados en la deposición del basileus del momento, Alejo III Ángelo.

    Inicialmente, los cruzados fueron empleados para luchar contra los húngaros en Zara, por lo que fueron excomulgados por el Papa. Desde allí se dirigieron hacia Bizancio, donde consiguieron instalar a Alejo IV como basileus en 1203. Sin embargo, el nuevo basileus no pudo cumplir las promesas hechas a los cruzados, lo que originó toda clase de disturbios. Fue depuesto por los propios bizantinos, que coronaron a Alejo V Ducas. Esto provocó la intervención definitiva de los cruzados, que conquistaron la ciudad el 12 de abril de 1204. El saqueo de la ciudad fue terrible. Miles de cristianos (incluyendo mujeres y niños) fueron asesinados por los cruzados. Desvalijaron y destruyeron mansiones, palacios, iglesias y la propia basílica de Santa Sofía. Europa occidental recibió un aluvión de obras de arte y reliquias sin precedentes, producto de este saqueo.

    Con ello llegaba a su fin el Imperio Bizantino, que se desmembró en una serie de Estados, algunos latinos y otros griegos. De éstos, el llamado Imperio de Nicea conseguiría restaurar una sombra del Imperio Bizantino en 1261.

    Los cruzados establecieron el llamado Imperio Latino, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil sobre la mayoría de los territorios que supuestamente controlaba (y nula sobre los Estados griegos de Nicea, Trebisonda y Epiro).

    La Cuarta Cruzada asestó un doble golpe a los Estados francos de Palestina. Por un lado, les privó de refuerzos militares. Por otro, al crear un polo de atracción en Constantinopla para los caballeros latinos, produjo la emigración de muchos que estaban en Tierra Santa hacia el Imperio Latino, abandonando los Estados francos.



    QUINTA CRUZADA

    La V Cruzada fue proclamada por Inocencio III en 1213 y partió en 1218 bajo los auspicios de Honorio III, uniendóse al rey cruzado Andrés II de Hungría, quien llevó hacia oriente el ejército más grande en toda la Historia de las Cruzadas. Como la IV Cruzada, tenía como objetivo conquistar Egipto. Tras el éxito inicial de la conquista de Damieta en la desembocadura del Nilo, que aseguraba la supervivencia de los Estados francos, a los cruzados les pudo la ambición e intentaron atacar El Cairo, fracasando y debiendo abandonar incluso lo que habían conquistado, en 1221.

    SEXTA CRUZADA

    La organización de la VI Cruzada fue un tanto rocambolesca. El papa había ordenado al emperador Federico II Hohenstaufen que fuera a las cruzadas como penitencia. El emperador había asentido, pero había ido demorando la partida, lo que le valió la excomunión. Finalmente, Federico II (que tenía pretensiones propias sobre el trono de Jerusalén) partió en 1228 sin el permiso papal. Sorprendentemente, el emperador consiguió recuperar Jerusalén mediante un acuerdo diplomático. Se autoproclamó rey de Jerusalén en 1229 y también obtuvo Belén y Nazaret.

    SÉPTIMA CRUZADA

    En 1244 volvió a caer Jerusalén (esta vez de forma definitiva), lo que movió al devoto rey Luis IX de Francia (San Luis) a organizar una nueva cruzada, la Séptima. Como en la V, se dirigió contra Damieta, pero fue derrotado y hecho prisionero en Mansura (Egipto) con todo su ejército.

    OCTAVA CRUZADA

    Vuelto a Francia, el mismo rey emprendió la llamada VIII Cruzada (1269) contra Túnez, aunque en realidad era un peón en los intereses de su hermano Carlos de Anjou rey de Nápoles, que quería evitar la competencia de los mercaderes tunecinos. La peste acabó con el rey Luis y gran parte de su ejército en Túnez (1270).

    Aunque algunos papas intentaron predicar nuevas cruzadas, ya no se organizaron más y, en 1291, los cruzados evacuaron sus últimas posesiones en Tiro, Sidón y Beirut tras la caída de San Juan de Acre. A fin de cuentas, el único triunfo relevante de la Cristiandad durante los dos siglos de más de ocho cruzadas fue la toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon en la primera cruzada en el año 1099, la cual, a pesar de las innumerables matanzas de sarracenos, judíos (hombres, mujeres y niños), logró sostener la Ciudad Santa por muchos años, y encontró los objetivos marcados inicialmente por los defensores de la idea de reconquistar la tierra llamada santa para los cristianos de Europa.

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